¿De qué?
Todos los de mi casa aprendimos a acatar aquel deseo de nuestros padres, aquella hermosa petición que nos hacían a cada instante y que nunca ha faltado cuando salimos.
Todos los de mi casa aprendimos a acatar aquel deseo de nuestros padres, aquella hermosa petición que nos hacían a cada instante y que nunca ha faltado cuando salimos.
A mi hermana Cirelda le bastaron unos segundos para decir que sí. Pudo negarse por razones de esas que algunos llaman de peso, mas no esgrimió ninguna.
Anda mi amigo José Aurelio buscando canciones que salven. Anda buscando instantes atrapados en una hermosa letra; y como compartir es una gracia que lo acompaña siempre, él los regala porque quiere salvar y salvarse.
No imagino verme como aquellos mensajes adentro de botellas, a la deriva en cualquier mar. Llevo días intentando, mas el pavor que me provoca la inmensidad me impulsa a pensar en otras cosas.
Eran un regalo, "para que hagan algún jugo o batido", aunque nosotros en la casa preferimos comer la fruta pura, a mordidas.
La noticia me encantó. Me enteraba de que la historia de mi príncipe preferido podría ser leída por aquellos que, privados de la visión, nunca habían tenido un encuentro íntimo y cercano con el singular personaje.
Quien se le acerca se deslumbra, porque en él habita toda la idea del bien, el mejor diseño de una Cuba por la que padeció y llevó una vida de renunciamientos.
La muchacha hablaba de su tía, una mujer magnífica, de esas que no tienen nada suyo, que miran de frente y hablan con cada gesto, alguien a quien todo se le puede volver maravilloso porque abundante de maravilla anda por la vida.
Él quería decirle a su esposa que la amaba, y lo salvó el asombro. ¿Por qué pudiera ser que ella lo dude? Si, ¿se sabe?, ¿dormimos apretados?, ¿compartimos la alegría, nuestros cuerpos? ¿No hay que decirlo todo el tiempo?
Los últimos días de cada año de mi infancia me resultan inolvidables. Años aquellos en que no sabía tantas cosas.
El nombre del magnífico personaje de la telenovela cubana Entrega se me antoja una hermosa alegoría a aquel niño que no ocultó quién era, en un rapto de amor y compromiso que le costó la vida.
Evo se fue al exilio en un avión de las Fuerzas Armadas Mexicanas, solo con un puñado de gente. Detrás de sí quedó su casa profanada por el odio, el sinsentido.