Quiere crecer
Aquella escena parecía muy graciosa. La niña intentaba coger el equilibrio sobre sus zapatos de tacón y su madre le indicaba que no mirara hacia abajo, mientras la salvaba de caer en cualquier tramo roto de la acera.
Aquella escena parecía muy graciosa. La niña intentaba coger el equilibrio sobre sus zapatos de tacón y su madre le indicaba que no mirara hacia abajo, mientras la salvaba de caer en cualquier tramo roto de la acera.
De niña, para llegar a la escuela, siempre pasaba frente a la casa de un anciano que desde temprano sentado en el portal decía adiós a todos, aunque alguien fuera apurado, entretenido o evadiendo una respuesta.
Yo no sabía cómo se llamaba aquel hombre. Siempre supe que era maestro, con alma de artista y promotor nato.
Adoro una palabra de esas que siento que ha padecido, de la que a los maestros no les parecía a veces demasiado importante para adjetivar. Una palabra hermosa, inmensa, con vida propia; pero muchas veces venida a menos.
No olvido el día en que mi amiga Conchita me regaló su abrecartas. Una pieza bellísima, de metal dorado, y un cabito de madera con unos arabescos de ensueño.
¿Quién sabe quién encontrará nuestra botella? ¿Y si estuviera buscando lo mismo que nosotros?