Notas sueltas
Me sumerjo en las notas de Amanda, esas que deja como trazos de lo que es su vida, su búsqueda de la belleza y del bien que encuentra por donde quiera que mira.
Me sumerjo en las notas de Amanda, esas que deja como trazos de lo que es su vida, su búsqueda de la belleza y del bien que encuentra por donde quiera que mira.
Él y yo pensamos igual en casi todo. Por eso, por tanto y mucho más, hoy le cedo el espacio que busco, cada 15 días, en la orilla del mar para recoger esas botellas que llegan cargadas de mensajes, a mi amigo Alexey Fajardo López.
Como cofres maravillosos de donde podemos extraer sabias sentencias, como seres con más determinación y fuerza que desgaste, así yo aprecio a los mayores; merecedores del bien que crearon.
Prefiero imaginar que se trata de un gancho más para posicionarse en las redes, o de una de esas publicaciones poco felices donde nada tienen que ver las imágenes con las palabras que la acompañan.
Era mi cumpleaños y desde la medianoche comencé a recibir los mejores deseos de un día feliz.
Justo cuando aquellos zapatos comenzaron a parecer hechos para sus pies, empezaron a decirle que por qué se ponía ese calzado.
No se puede medir el sufrimiento como la temperatura, la densidad de un líquido, la distancia y el tiempo. No se puede establecer en unidades de medida, decir, es como del uno al 10, o creo que millones, como de aquí a la Luna; o como la inmensidad del mar.
Los hijos nunca crecen, y el desasosiego se instaura desde que abandonan el biberón, quieren elegir su ropa y vestirse solos, porque desde ese instante nos parece que ya están a punto de dejarnos.
Cuando el domingo pasado celebrábamos el Día de la Prensa Cubana, me detuve a pensar en los periodistas que siempre he admirado y en la profesional de las letras que he soñado ser.
Porque vi a los humanos hablar de los animales como sus iguales y tratarlos como tal, porque viví qué es para ellos una ley verdadera.
Hoy quiero hablar de los amigos, esos seres que se vuelven parte de uno mismo. Les regalo esta fábula que nos enseña mucho de cómo se vive en amistad verdadera, en armonía con ese otro imprescindible.
Si a Midey no lo hubiera traicionado su cerebro, nunca hubiera olvidado a mi prima María. El amor de ellos era de esos de para toda la vida; sellado y renovado, intacto; mejorado con el paso del tiempo.