A cielo abierto

Amo la luz que se filtra por las ramas de los árboles; se posa en mis manos, rotunda, y me hace creer que puedo atraparla. La que atraviesa puertas y ventanas, la tímida que entra por cualquier rendija. Esa que a hurtadillas te sorprende hasta por un huequito de un techo de zinc.

Aquella que aparece al final del túnel, la que hay que luchar mucho para llegar a ella, por las crudas circunstancias, la adversidad, por la inmovilidad de otros, o nuestras propias trabas, miedos y hasta falta de fe.

Disfruto la de cielo abierto, la que no es difícil encontrar, esa que no te escatima ni te regatea, la que no tienes que buscar desesperadamente porque lo inunda y lo desborda todo.

Esa la respiro, la saboreo, la palpo. Cierro los ojos y sigue ahí, la retengo, por si después no estuviera, o estuviera y mi espíritu no pudiera alcanzarla.

Mas entre todas prefiero la luz que yace adentro de seres especiales, aunque haya que permanecer despiertos para percibirla, para verla allí y que te toque.

Esa que la gente dice que “fulano” y “siclanita” llevan a todas partes, que va dejando una estela por donde ellos pasan, una claridad cegadora, un incentivo salvador.

La luz que te deja ver que no existen imposibles, que hay seres que no se cansan de buscar en pozos que otros dieron por secos, en almas que algunos pensaban muertas, en corazones apagados, cerebros exhaustos.

Porque esos no la retienen para sí, te la van dejando como señales imborrables, en la consulta del médico, en la mano extendida con tres pastillas, en el jugo por encima de la cerca, en la mirada que ves desde el espacio entre las tablillas de una persiana, la voz que te dice que estarás bien, y te consuela.

En la sopa que pruebas sabiendo que es deliciosa, pero que te recuerda que no tienes paladar; sin embargo, miras a quien te la hizo y vela que la tomes, y todo vuelve a tener sentido y sabor.

En los buenos pensamientos del amigo, en la llamada a cualquier hora, en los mensajes que te traen las buenas nuevas, en las certezas que a veces dejas reposar porque el quebranto es mucho.

Amo la luz, los pequeños rayos que anuncian la avalancha, la que vendrá abruptamente, esa que espera ser descubierta. Amo la del final del túnel, la que me sorprende a cielo abierto; y sobretodo la que vivo buscando adentro de la gente y que no se me escapa, porque no pierdo ni uno solo de los rastros salvadores que me van dejando. 


Comentarios  
# Alejandro Chang Hernández 10-09-2021 15:18
Con todo este lío de la pandemia y el encierro ya no tengo tanto tiempo de sentarme en la PC del trabajo a leer tus botellas. Pero siempre las llevo presentes en el corazón y el alma. Tus enseñanzas siempre serán un tesoro inapreciable para los seres sensibles y amantes de la vida como yo.
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