Miraba la pradera

José Aurelio oteaba el horizonte esperando que quizás le llegara una de mis botellas, él que no era un náufrago y que nunca estuvo solo. Desde su confinamiento, en la antesala de sus últimos días, nos regaló preciosas crónicas, se sentía doblemente positivo, con la actitud intacta, y un sentido del humor que me hizo creer hasta el último segundo que sería su estocada maestra contra el virus.

Y le llegó la esperada botella, mis mensajes de aliento, mis oraciones, mis consejos insistentes y a veces desesperados, mas no puedo concederle aquel deseo: “No llores por mí”. Él escribió estos mensajes de los que ahora les ofrezco fragmentos. No se desesperó. Pensaba en nosotros.

La tarde y la "luz que en tus ojos arde"

Sigo “normal”, me tomé el retroviral en la mañana. (…) Aunque hay tertulias y tertulianos en los pasillos, no salgo. Hoy caminé muchísimo multiplicando los cuatro metros de la habitación. El cuerpo quiere cama, pero como dice el dicho al cuerpo no se le puede dar todo lo que pide. (…).

Este es el quinto día. Dicen los estudios que a partir del día ocho es que comienza la evolución o la involución. Solo tengo un síntoma recurrente que me preocupa: el exiguo pescado del almuerzo me hizo tener visiones de estar saboreando un pedazo de lechón asado con un congrí negrito y grasoso como lo hace mi vecina Lizi, plátanos maduros fritos y una copa de vino tinto.

También alucino: veo trepar por las paredes flanes y marquesitas de merengue, mientras el piso se me antoja un océano de espumeante helado de chocolate. Creo que ese síntoma no tiene cura en mí. Afuera llueve. Miro la pradera húmeda como caballo enjaulado. Pienso en ustedes.

La “Juma”

Uno de los recuerdos de mi infancia es una canción que traían los circos de mala muerte a mi pueblo y donde un hombre salía a la pista, con una botella de aguardiente en la mano, imitando estar borracho mientras cantaba: "Ay, que me vengo cayendo/ ay, de la juma que tengo/ dale Pastorita que me vengo cayendo...”.

Así me siento hoy. Me fui a acostar (…) y todo empezó a darme vueltas como si me hubiera tomado una botella de ron o que me hubieran tirado sobre un tatami. (…). Parece que es un concierto de rock de mi cervical, pero pasé mi sustico. (…).

Hoy es mi sexto día de síntomas leves. A los mal pensados (la mayoría) que ante las alucinaciones reflejadas en mi parte de ayer me escribieron: “¡Usted lo que tiene es hambre!”, les cuento que mi “hambre” es de dulces porque la comida aquí es buena, en exceso para mi gusto, y bien elaborada. (…).

“Aprendí que es mejor no preocuparse demasiado... Lo que llega es por algo y lo que se va también”.

Esta inscripción, escrita sobre una vieja taquilla universitaria, me dio la bienvenida al cuarto donde estoy recluido en la UNICA y creo que estaba ahí también para decirme algo a mí. (…).

Ayer me comunicaron que el PCR arrojó que soy positivo al virus. (…). Y me dije que había que ser doblemente positivo para poder abrir en dos mitades este otro Mar Rojo. (…).

Anoche luego de inventar cómo dormir sin que la “mulsonética” de mi cuello (los que son choferes saben el significado del término) me trepara, de un tirón, a la montaña rusa del mareo, dormí como todo un bendito sin tupiciones, secreciones o fiebres. (…).

Hoy es mi séptimo día de síntomas y sigo oteando el horizonte. Quizás me llegue una de esas esperanzadoras botellas que mi amiga Carmen Luisa, la famosa Coqui, lanza al mar, en Invasor cada semana, para que los náufragos no se sientan tan solos y reciban cartas de amor.


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