Esta palabra que ha sido siempre bendecida va de boca en boca. Es difícil encontrar un contexto donde se le use con menosprecio, se le vilipendie o arremeta contra ella. Una palabra hermosa y llena de dicha.
Los buenos vecinos son como familia, en los lugares donde se trabaja en armonía y cariño son una gran familia; así en las comunidades, provincias y hasta en un país donde la inmensa mayoría ande fundando y amando.
“No existe palacio como la casa de familia”, nos dice Martí. La familia es lo primero, venimos escuchando desde nuestros abuelos; contra la familia no vamos ni aunque las ideas contrarias nos impulsen a eso, porque aquello de que es sagrada no es un cuento de camino.
Tener una familia unida, donde todos luchen por los otros, donde el dolor de uno se puede pasar “con tilo y sopa” siempre acompañado por el resto, donde si yo tengo tú tienes o no tenemos ninguno, es la aspiración máxima de muchos.
Caro es el anhelo de fundar una familia donde todo sea armonía, esa que no se deja atrás ni aunque estés lejos, donde permanecen vivos los mejores recuerdos, los días que retienes con fuerza, el hijo que nació o llegó de otro vientre, pero es hijo al fin, los cumpleaños, los diplomas que llenaron paredes y de orgullo a los padres; los viejos que fueron venerados hasta sus últimos días y a los que no se les reprocha ni carencias, si hubo, porque el amor era abundante.
A las familias hay que cuidarlas, protegerlas de los muchos males que a diario asoman su pata peluda, cuidarlas del irrespeto, el extremismo, las mentes cerradas y los corazones endurecidos. Hay que proteger a todos, aunque a algunos les parezca difícil aceptarlo y tengan que aprender; aunque el camino sea largo y de difícil tránsito.
Aun cuando estábamos acostumbrados a hablar en singular, pero la vida es diversa y por ende más complicada que agregar una simple s; sin embargo, quién duda de lo que pueda lograrse con la más elevada de las leyes, la del corazón, esa que no se equivoca, que siempre gana a las leyes de la mente, que guía hacia el bien y la justicia.
Hay que proteger a las familias, porque esa palabra hermosa, bendecida y abrazada por muchos, es el sitio exacto donde puede concebirse toda la grandeza del mundo, todo el amor; y créanme que estamos necesitados de muchos partos como esos.