Vuelven
Se nos va un ser amado y se nubla la mente. No hay espacio para los pensamientos y nada nos consuela. Es tan definitivo el fin de la existencia, que no le encontramos sentido, porque no lo tiene.
Se nos va un ser amado y se nubla la mente. No hay espacio para los pensamientos y nada nos consuela. Es tan definitivo el fin de la existencia, que no le encontramos sentido, porque no lo tiene.
Una joven quería cantar. Vivía en las faldas de una montaña que contemplaba mientras el abuelo narraba las leyendas del volcán al que ni los más viejos habían visto alguna vez mostrar su ira.
Daniela es solo un personaje de la telenovela de turno, aunque no es incierto que la realidad muchas veces supera toda ficción.
Deseaba que el primer libro de Lectura de Tobías estuviera impecable y mi sueño se hizo realidad. Él ni siquiera reparaba en mi temor de recibir un texto escolar hecho jirones; su entusiasmo era por todo, por su primer grado completo, la escuela, los amiguitos, la maestra.
Aquella madre salió feliz de la sala del teatro. La puesta le pareció preciosa, narró que los niños disfrutaron hasta el delirio, que, por momentos, no se escuchaba ni el zumbido de una mosca y, al instante, estallaban en risas, asombros y aplausos.
Aunque la educación en Cuba es gratuita, pública, universal e inclusiva, y sigue siendo una conquista innegable, muchos hablan de ciertos sacrificios que representan hoy para las familias tener a los hijos estudiando.
Sin embargo, debíamos pensar en intentarlo, al menos, cada vez que nos preguntemos adónde llevar a nuestros niños.
Cuando escuché mi nombre y me volteé, vi a aquella mujer riéndose; descubrió que mi mirada intentaba reconocerla, y entonces me dijo: “No, no me conoces, pero yo te leo; déjame darte un abrazo porque Invasor está de cumpleaños”.
Siempre me conmueve esta historia que narra algo nada común: una estación de tren permaneció abierta para una única pasajera cuando, en julio de 2015, la Compañía del Ferrocarril de Hokkaido (Japón) anunció su cierre debido a la ausencia de pasajeros.
Anunciaron lluvias, mas a esa hora el sol brillaba. Con una capa, por si llovía, salió a la escuela uno de mis hijos. Llevaba su merienda, como siempre, aunque hacía varias jornadas que no disponíamos de pan por la falta de harina.
De niña fui de los que sufrían por el reclamo triste de aquel hombre que pagaría por cualquier información acerca de su pérdida, y me devanaba los sesos pensando quién o qué sería lo perdido, porque los unicornios no existen, decía yo, al final, era una niña incrédula.
Yo siempre he creído (o me ha convenido creer, para consolarme) que todos, en el fondo, somos buenos, que lo que pasa es que… nos distraemos. Entonces un día descubrí, en un fragmento de Amistad funesta, la única novela escrita por Martí, mi teoría brillantemente explicada. Se las regalo para que nunca dejen de espantarse a esos malos duendes que nos quieren adormecer la grandeza.