A tiempo
Les ofrezco mi propia fábula, como una invitación a mirarnos por dentro, porque pocas cosas me parecen más supremas que la capacidad aquella que nos permite estar alertas.
Les ofrezco mi propia fábula, como una invitación a mirarnos por dentro, porque pocas cosas me parecen más supremas que la capacidad aquella que nos permite estar alertas.
En apenas unos días, dos sucesos dolorosos le tomaron el pulso a la sensibilidad de los hijos de Cuba.
Aquella joven estaba convencida de que reclamar era en vano. Salió del lugar con un enojo que iba aumentando según narraba lo sucedido porque, decía, la sensación de desprotección y abandono que sintió superaba su capacidad de soportar los rigores del día a día.
Vuelve febrero con su carga de amor, poesía y sueños, que alguien le concedió un día. Llega callado, quedo, pareciera tranquilo, más el amor anda en vela, como remolino, de rincón en rincón. Llega febrero y este espacio quiere invitarte a que escribas una historia de amor.
Cada vez que siento el impulso malsano de librar a mis niños de responsabilidades, guiada por la devoción que siento por ellos, me detengo a pensar en tristes historias como la narrada; en historias reales, conocidas, extremas, tristes y conmovedoras historias que dejan una estela de dolor y muchas víctimas.
En las festividades por el fin de año fuimos invitados a un sitio donde, por dos días, los niños serían agasajados. Allí, más allá de la belleza en cada detalle, de las exquisiteces que eran ofrecidas, de la armonía entre los mayores y la disposición de convertir cada instante en un verdadero momento de goce y plenitud para los pequeños, quedé fascinada por el respeto que a ellos se les otorgó.
Como mensajes guardados en una botella y lanzados al mar, quise que durante varios años llegaran a mis lectores lo que apenas pude escribir en medio de la vorágine trepidante de los días, no exenta de mis propias angustias y, muchísimas veces, con las musas dormidas.
Cuando mi padre enfermó y todo era sombra, una idea me rondó sin cesar: le ofrecería una parte de mí para poder seguir disfrutando de su generosa presencia, para que él siguiera gozando de la vida, a la que se abrazó siempre con fuerza y por la que batalló sin descanso.
Llega noviembre con viento y remolinos, con finas lloviznas o enormes aguaceros; despierta nostalgia antigua que nos lleva al recuerdo, al suspiro callado, al anhelo a veces invisible.
Las imágenes que llegaban y siguen apareciendo, por desgarradoras, nos mueven a la compasión más profunda, nos hacen replantearnos la existencia misma, y nos muestran que muchos seres, desconocidos, sin más fortuna que la sensibilidad, están dispuestos a tender la mano.
Herminia tenía un modo exquisito de ejercer la docencia. Para ella nada estaba concluido, siempre existía otra manera de interpretar, descubrir y de explicarlo todo. Aquello de repetir un texto de carretilla, en su modo de ver, era casi un pecado.
Por eso, cuando alguien le cuestiona: “¡Pero, Margarita, ¿tú estás loca?! ¡Con lo caro que está el pollo! ¡Y cocinar por separado!”, ella solo sonríe y le dice: “Pero si es mi perrihijo, es mi todo”.