Como un regalo

Leo en la página de Facebook La Cucharada cómo Amanda* compone retazos de lo que ella es; de aquello que la envuelve, seduce y enamora; y logra dejarnos en pequeñas notas, con las cuales consigue encender una lámpara sobre lo que merece que posemos nuestras miradas en el existir diario; en la, a veces, difícil misión de encontrar y encontrarnos.

Cual señales en medio del camino, como faros que guían e iluminan, son sus exquisitas notas, extraídas de cualquier escondrijo de la vida, de la vista posada en los detalles, del fondo de un recuerdo, de la luz que persigue, de lo grande y de lo pequeño.

Las leo y pienso también en mis lectores, ahora las lanzo al mar inmenso de estas páginas como un ofrecimiento, porque es bueno saber el valor que tienen nuestros viejos y que vivir en las musarañas es algo también bueno.

Mis viejos

“De Mima me quedé con la indecisión constante aunque se trate solo de escoger una película. Tengo el color de piel, el pie griego y las ondas a veces indomables del pelo.

“De Mipa el amor por las letras y los números. Le debo haber leído las fábulas de Esopo antes de los siete, saber escribir cualquier número romano y la pasión por las ecuaciones.

“De abuela Miriam la mala suerte de que me prefieran los mosquitos y la atracción por los Ramones, el café con leche más rico del mundo.

“Del abuelo Ramón zapatero remendón la estirpe de gata flaca, el amor por los libros, y la capacidad de comer mucho.

“Miles de cosas más quisiera ver de ellos en mí. Los ojos verdeazules de abuela Miriam, la sonrisa limpia de abuelo Ramón, la memoria de elefante de Mipa y bueno, de Mima, ella sabe bien qué hubiera querido yo heredar...

Hazte consciente del tesoro que es poder abrazar a tus abuelos.”

En las musarañas

“Ahí llevo toda la vida. Cuando me iba para la escuela sin mochila. Cuando me ponía medias de diferentes pares. Cuando me entretenía mirando alhelíes, nomeolvides, brujitas, coralillo y otras flores diminutas (mis preferidas).

“Cuando me dediqué a escribir una novela cursi e infantil. Cuando escribí mi primer poema, también cursi e infantil.

“Cuando mi mamá me decía “espabílate, Mariana, que te me vas a quedar”. Cuando me cepillaba los dientes en el patio, jarrito en mano, y casi llegaba tarde porque me ponía a mirar los gorriones. En los años de adolescencia que no me busqué novio porque solo quería leer.

“Pero también ahora. Cuando camino por la calle sin pisar raya. O reviso mis cajas de recortes. Cuando anoto en mis agendas desde las películas que quiero ver hasta el concepto de gratinar. Cuando me siento mezquina por golosear una receta con barras Kinder, porque pienso que hay un niño que conozco que no sabe lo que es eso. Cuando gasto mis megas, ilusionada, por revisar hasta la última notificación de esta página. Cuando me pongo los audífonos o descargo dibujos y pinturas. O me siento frente a la ventana después de sudar con los ejercicios para buscarle formas a las nubes.

“Ahí estaré, en las musarañas, aunque me caiga por la calle o se me gasten los megas. Porque aun así podré mirar las nubes, y si me desconecto, qué bien, así leo más.”

*Amanda Tamayo, periodista de Invasor.


Comentarios  
# Alejandro Chang 24-03-2021 14:50
Creo que hay una frase que habla por sí sola de este tema: "La vida se nos da y la merecemos dándola".
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