De corazón

A algunos de mis seres amados les ha fallado el corazón. Les ha fallado literalmente. No hablo de aquellos que teniéndolo intacto han tendido un muro infranqueable entre ellos y yo, un vacío. Hablo de los que su hermoso corazón comenzó a latir mal o se detuvo para siempre.

Así de triste, de desconsolador. Así de impactante como suelen ser las cosas cuando del corazón hablamos.

Quién nos quita de la mente, del alma, del espíritu, que no es en el cerebro, sino allí, donde se alojan los sentimientos, que es él el que se quiebra cuando algo anda mal. Que es ahí donde nos duele cuando alguien se aleja; que tiene muchos tipos de latidos, no sé si descritos por cardiólogos, pero sí por cada dueño de un corazón, por cada poeta.

Quién nos puede decir, a estas alturas, que vivimos guiados por la mente, que podemos separar lo que sentimos de aquello que pensamos, que es fácil decirle al corazón que calle, que no nos envíe más señales al cerebro, porque es a la inversa como realmente sucede.

Nadie quiere entender eso. Nadie quiere hablar de sustancias que desde dentro de la cabeza nos activan el pecho, que el corazón entonces se dispara, y que por eso respiramos felices o sentimos tristeza. Que por eso andamos como bobos sonriendo sin saber por qué, o limpiando una lágrima sin saber tampoco.

Si fuera por nosotros, los neurólogos no investigaran más al frío cerebro, se unirían a los cardiólogos para investigar al ardiente corazón que late más abajo.

Según nosotros, cuáles de los sentimientos que nos mueven nacen en el cerebro. Ninguno.

Te amo con el corazón, me duele el corazón por no verte ni tocarte. Me rompiste el corazón con tu desprecio. También así se habla de un corazón palpitante de emoción, un corazón que llora, o también muere, lo mismo de odio, amor, desprecio o felicidad.

Un corazón más negro que la noche, uno más dulce que la miel, más bueno que la sal. Tan grande que en el caben todos. Tan generoso que no tiene nada suyo.

Corazones ardientes, seguros, orgullosos. Corazones desde donde alguien te ama, te espera, te idolatrada; desde donde sale lo que alguien dice, cuando quiere que sepan que es sincero; que no tiene maldad, dobleces, resentimientos.

Hay que trabajar con el corazón para hacerlo bien. Hay que entregarlo para que el mundo se enderece, para luchar contra cualquier mal de esos que nos agobian. Y ahora con ponerse la mano en el corazón es como si extendiéramos a todos los postergados besos y los abrazos.

Hay que cuidar al corazón para que siga vivo y saludable. Hay que cuidarlo de las malas comidas y los malos hábitos; ofrecerle aire puro, una caminata, un bello paisaje. Una buena tensión arterial, la sal a la medida.

Hay que cuidar al corazón de los malos recuerdos, de los malos amores, del miedo al futuro, de la vejez de la mente.

Tenemos que cuidarlo para que no nos falle, y si eso sucediera pese a todo, para dejar una estela de armonía en aquellos corazones para los cuales vivimos y que también vivieron por nosotros.


Comentarios  
# Alejandro Chang 24-03-2021 14:56
El corazón, ese pequeño músculo a la izquierda en nuestro pecho, con capacidad casi infinita para darse y engrandecer al ser humano. Es capaz de soportar tanto y seguir adelante, perdonar, olvidar lo malo y realzar lo bueno. Ser cobardes no es culpa suya, sino de los que temen seguir sus pasos.
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