Opinión

Un día cualquiera en las afueras de la Dirección Municipal de Trabajo y Seguridad Social de Ciego de Ávila la cola crece y los bancos no alcanzan. Funciona solo la computadora usada en los trámites relacionados con el cuentapropismo y el resto de las funciones, que no son pocas, se llevan a punta de lápiz y libreta.

No voy escribir sobre recursos materiales ni financieros. Voy a hablar de otros que también escasean, pero pudieran ayudar a ofrecer respuestas que contribuyan a hacer la vida más feliz. Voy a hablar de lo que produce un sistema de organización eficaz del trabajo, que, con pocos recursos, en otros tiempos, ha dado ejemplo de socialismo en Cuba.

Desde hace unos cuantos meses, obreros de un sector acometen esfuerzos más allá de lo común. En situaciones de normalidad su trabajo pasa casi inadvertido, pero cuando ocurre el más mínimo fallo enseguida nos acordamos de ellos. Y no es para menos, porque en la vida moderna, sin electricidad, se dificulta en demasía la más sencilla de las labores.

Pareciera que, con tantas formas de vender hoy un producto, recurrir a una Casa Comisionista, casi siempre un espacio pequeño y solo identificado con carteles en el interior de una tienda, es la última opción o, al menos, la más desventajosa después de inventariar las posibilidades de las redes sociales de Internet y las ventas de garaje.

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