Lo esencial no está en la cubierta

Yo recién cumplía ocho años cuando estrenaron La sirenita; la vi un poco después, pero tenía el libro de Hans Christian Andersen y lo había leído. Cuando vi el animado, me asombró cuánto había cambiado la historia original donde la sirena, que no tenía nombre, se vuelve espuma al final y termina convirtiéndose en un bellísimo ser de aire por su amor incondicional, mientras el príncipe se queda con la princesa de la que siempre estuvo enamorado... Vamos, que Ariel es una libre reinterpretación de Disney, y no perdí mi infancia cuando se manipuló esta historia que yo conocía.

Te preguntarás por qué hablo de esto cuando ocurren ahora mismo cosas más importantes que un personaje mitológico que nadie ha visto. Pues pasa que en las redes sociales de Internet hay una horda de adultos ofendidos porque una SIRENA, así en mayúscula, será negra en la nueva película de Disney. Muchos, incluso, dicen que se arruinó su infancia por culpa de ese tráiler, lo único que hemos visto del nuevo filme para niños.

Entonces, te digo: tu infancia ya estaba arruinada si el exterior de una persona importa más para ti que sus cualidades personales; y, mucho peor, ya estás arruinando la de tus hijos si les enseñas que la cubierta es mejor que la historia.

En lugar de preocuparse y hacer tanto bullying a una artista que es preciosa y en ese pequeño tráiler muestra una voz increíble, ocúpense del mensaje de la película de Disney: una sirena renuncia a su cola y a su voz por un chico…, por un chico, se los repito para que reflexionen. ¿Quieren que sus hijos aprendan que el amor es renunciar a quien eres y fingir que eres otra persona?

No estoy en contra de los cuentos clásicos, para nada, son historias que pertenecen a otras épocas y, si las analizamos desde esa lógica, bien; pero no idealicemos personajes e historias que validan amores tóxicos.

Mi infancia estuvo llena de libros e historias bellas, leí cuanto libro infantil pasaba por mis manos. Por suerte crecí leyendo a Martí, mi prima y yo leímos muchísimo La Edad de Oro. En el año 1990, cuando estábamos en cuarto grado las dos ganamos el primer lugar en el Concurso Provincial “Sabe más quien lee más”. Recuerdo que el tema era tu lectura favorita; yo escogí El principito, de Antonie de Saint-Exupéry, y Ladys escogió “La muñeca negra”, de José Martí.

Imagino que todos esos cubanos que hoy están haciéndose eco de esta tendencia de criticar el color de la piel de una sirena no hayan leído esta historia, por eso los dejaré con este cuento, una lección de valores en el personaje de una niña rica del siglo XIX cubano, llamada Piedad.

A ella, el día de su cumpleaños, le regalan otra muñeca rubia con cara de porcelana para seguir engrosando su enorme cuarto de juguetes. Pero Piedad tenía una muñeca favorita: Leonor, una muñeca negra a la que de tantos besos no se le distinguía bien la cara. Y Leonor no pudo ir al cumpleaños de Piedad porque sus padres creían que “era muy fea”. Estas son las palabras finales de Piedad cuando finge estar muy cansada para irse a su cuarto:

Leonor, dime, ¿tú pensaste en mí?: mira el ramo que te traje, un ramo de nomeolvides, de los más lindos del jardín: ¡así, en el pecho! ¡Esta es mi muñeca linda! ¿Y no has llorado? ¡Te dejaron tan sola! ¡No me mires así, porque voy a llorar yo! ¡No, tú no tienes frío! ¡Aquí conmigo, en mi almohada, verás cómo te calientas! ¡Y me quitaron, para que no me hiciera daño, el dulce que te traía! ¡Así, así, bien arropadita! ¡A ver, mi beso antes de dormirte! ¡Ahora, la lámpara baja! ¡Y a dormir, abrazadas las dos! ¡Te quiero, porque no te quieren!

• Lea: La muñeca negra


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