Otra vez, pero tal vez como nunca antes por las grandes dificultades económicas que afronta el país, los preparativos de la zafra azucarera ponen tensiones al entramado de esa estratégica agroindustria para llevar a vías de éxito la producción del dulce grano y sus derivados.
Desarrollar una contienda casi sin margen de errores es el desafío de obreros y directivos en Ciego de Ávila, en una zafra diseñada para ser pequeña pero eficiente. Ese primer paso, de un camino complejo en que cada pieza ha de trabajar como mecanismo de relojería, se inicia con las reparaciones de los centrales, de las maquinarias del corte, tiro y transportación de la caña.
Un proceso en el que los apuros no traen nada bueno, chequear hasta poner a punto cada equipamiento en estos meses es fundamental para evitar luego costosas paradas en el funcionamiento de los centrales. La anterior campaña en la provincia dio muestras de que no prestarle la atención necesaria o hacerla apurada trae consecuencias que atentan contra la eficiencia, algo que no podemos darnos el lujo de repetir.
En desterrar tales contratiempos, por ejemplo, tienen el punto de mira en el colectivo del central refinería Ecuador, una de las industrias que tuvo incidencia durante el pasado año; para ello, a la par que reparan, se van certificando las diferentes labores terminadas. No perder ni un día ahora para no tener sobresaltos después en plena molienda.
De nuevo el central Ciro Redondo tendrá sobre sí el mayor peso de la venidera contienda. No obstante, los reiterados problemas de sincronización con la aledaña bioeléctrica en el transcurso de los años, aún sin solucionar, ponen de nuevo un signo de interrogación sobre el posible desempeño del más moderno ingenio de la Mayor de las Antillas. Esperemos este sea su año definitivo en que comience a dar mieles el “matrimonio” entre ambos planteles industriales interdependientes.
Por si las moscas, todo parece indicar que su similar de Primero de Enero estará listo antes, para asumir de “bateador emergente” ante la ocurrencia de cualquier imprevisto, de los dos restantes. El año pasado demostró la valía de esta opción ante, a la postre, los volúmenes de caña quedada.
El fenómeno socioeconómico, histórico y cultural que es la zafra en Cuba para nadie es noticia que, desde bastante tiempo ya, afronta horas bajas. Más allá de cualquier otra variable, la más decisiva se fragua entre surcos y guardarrayas, en un decrecimiento de las plantaciones que, de seguir así, amenaza con convertir a los centrales en moles de hierro sin sentido.
Los números a veces son elocuentes: en 132 000 toneladas (t) de caña se cifra el estimado en tierras de la Empresa Agroindustrial Azucarera Primero de Enero durante la presente zafra, con rendimientos bajos de 35,05 toneladas por hectárea; mientras, su vecina baragüense de Ecuador tiene 218 000 t de la dulce gramínea, suficiente para apenas 48 días de molida. Todo ello con áreas suficientes para llevar más comida a estos colosos.
Volverán plenamente al concierto los cuatro centrales avileños cuando hayan solucionado su abastecimiento propio de materia prima. Bien que nos hace, no solo por devolver los recortes del endulzante a la canasta familiar normada, las limitaciones al consumo nacional, y entonces ni hablar de la exportación.
Reflotar este estratégico sector dependerá de la calidad en las atenciones a la siembra y las plantaciones, asegurar en el tiempo una fuerza de trabajo calificada y comprometida, producir en el país el máximo de piezas de repuesto, y que las medidas económicas y financieras surtan el efecto esperado; son solo algunas de las tareas pendientes.