A trabajar
¿Qué esperamos, entonces, para poner a trabajar, o a contribuir, mediante las distintas alternativas (estatal, privada, uso del fisco…) a todo el que puede y debe hacerlo?
¿Qué esperamos, entonces, para poner a trabajar, o a contribuir, mediante las distintas alternativas (estatal, privada, uso del fisco…) a todo el que puede y debe hacerlo?
Después de aquella transferencia de saldo a un celular desconocido, la avileña Marta Echemendía había dado por perdidos los 15.00 CUC que debían llegar al móvil de su esposo.
Casi todo trabajo periodístico requiere de la utilización de cifras estadísticas, al menos, para ser consultadas por quien investiga.
Con cierto donaire, la dependienta mira la pesa (cuyo resultado no podemos ver los clientes); haciendo gala de alta maestría, da seis o siete teclazos en la calculadora (tampoco a la vista) y dice: $ 16,80.
Totalmente real, la escena es una de las tantas que suceden a diario en consultas, oficinas de reservación, cafeterías, restaurantes y otros lugares donde concurre la población para recibir determinado servicio.
“Que pase el próximo caso.” Cada vez se tornan más comunes esas cinco letras, en brevísima oración que cercena la esencia humana que nos diferencia de los animales, de las plantas y de los objetos inanimados.
A veces tengo la certeza de estar (y digo estar, no vivir) en una región incivilizada del planeta, aunque vea a algunos de mis vecinos usar un teléfono de 3G.
Exigir lo que nos corresponde como individuos, o como representantes de una entidad estatal, no solo es nuestro derecho, sino también una obligación.
Un parque puede tener varias versiones. La feliz es una que apuesta por la diversión y el desahogo para los pequeños...
La mala suerte del kilo parece extenderse a otras monedas fraccionarias, y resulta cada vez más común escuchar, tanto a particulares como a empleados estatales, aludir a la carencia de menudo a la hora de dar un vuelto.
No pude entenderlo. Que la vidriera de una tienda se adorne con vasos rotos, no me cabía en la mente. Y sentí vergüenza colectiva.
Al final, mientras unos protagonistas sueñan con que sus “actos” sean menos dramáticos y más felices un día; otros terminan ovacionando el verano que viven. Típico de Shakespeare, si se hubiese animado a escribirlo.