Desinformados
Hay una línea divisoria, poco nítida, casi imperceptible, entre la desinformación y la especulación. Pura lógica; la primera desencadena la otra; es un ámbito propicio para que el rumor se extienda a sus anchas.
Hay una línea divisoria, poco nítida, casi imperceptible, entre la desinformación y la especulación. Pura lógica; la primera desencadena la otra; es un ámbito propicio para que el rumor se extienda a sus anchas.
Les aseguro que, excepto la desagradable impresión que causan, por la imagen pordiosera que transmiten, no tengo nada contra esas personas que hurgan en tanques y depósitos.
La reciente visita de gobierno a la provincia dejó más que una huella, una estela que mucho merece captar su fijador.
Por mucho que pasen los años y cambien las personas o los reglamentos, la escuela es uno de esos lugares que debieran mantenerse inamovibles.
Cuando se dice que alguien es la mano derecha de uno, se le está concediendo un valor excepcional. Filosofía popular desde la cual vale decir que los delegados de circunscripción tienen, también, su mano derecha.
Mientras compraba magníficos plátanos fruta, nuestra colega, Caridad Picart, le comentaba, a una amiga suya, la desfachatez con que algunos cibernautas agreden a la figura del Presidente cubano en las redes sociales.
El sentido de pertenencia o posesión de los padres sobre sus descendientes es ese escudo con el que se ampara el absoluto poderío de hacer con ellos lo que creen correcto.
¿Qué esperamos, entonces, para poner a trabajar, o a contribuir, mediante las distintas alternativas (estatal, privada, uso del fisco…) a todo el que puede y debe hacerlo?
Después de aquella transferencia de saldo a un celular desconocido, la avileña Marta Echemendía había dado por perdidos los 15.00 CUC que debían llegar al móvil de su esposo.
Casi todo trabajo periodístico requiere de la utilización de cifras estadísticas, al menos, para ser consultadas por quien investiga.
Con cierto donaire, la dependienta mira la pesa (cuyo resultado no podemos ver los clientes); haciendo gala de alta maestría, da seis o siete teclazos en la calculadora (tampoco a la vista) y dice: $ 16,80.
Totalmente real, la escena es una de las tantas que suceden a diario en consultas, oficinas de reservación, cafeterías, restaurantes y otros lugares donde concurre la población para recibir determinado servicio.