Cambio de labor, ¿para qué?
Abrazar el campo, abrazar el barrio y cambiar de labor no pueden ser sinónimos de hacerle el trabajo a los demás. Tienen que partir de un cambio, sí, pero de actitud.
Abrazar el campo, abrazar el barrio y cambiar de labor no pueden ser sinónimos de hacerle el trabajo a los demás. Tienen que partir de un cambio, sí, pero de actitud.
A los 14, 15 o qué sé yo con cuántos años fue la primera vez que escuché hablar a mis padres sobre quién sería una novia ideal. Entonces, sus patrones eran diferentes a los míos. O más complejos.
En esa batalla entre vocación y necesidad de mejor remuneración, casi siempre sale victoriosa la segunda, atizada por el alza galopante de los precios de bienes y servicios.
Los trabajadores industriales asumen la zafra en dos centrales de Ciego de Ávila en un contexto en el que pululan los obstáculos, pero la decisión de encontrar soluciones y producir no escasea en los colectivos.
Sin forzar la imaginación se percibe la similitud del contexto ajedrecístico con la vida; y la dirección empresarial, con sus desafíos, nos muestra de manera especial este paralelo.
Parecería prudente que todos los esfuerzos de la empresa se concentraran en dar el mejor servicio.
¿Cuántas veces hemos buscado, sin encontrar, uno de esos reparadores que alargue la vida útil de una prenda o un equipo que nos agrada o que, por su alto valor, no estamos en condiciones de reponer?
La dignidad plena, única vía para la emancipación humana, debe garantizarse a costa de todo.
¿De qué control podríamos blasonar si el mercadeo de medicamentos en las calles y las redes sociales “con domicilio incluido” no remite?
Dos infartos cerebrales habrían sido su sentencia de muerte o, cuando menos, lo enviarían a una cama, postrado, hasta el final de sus días.
¿Cómo es posible que las rasillas estén oyendo el cuento y ahora no haya cómo pagarlas?
Porque la Revolución no es algo que triunfa y ya. Ella tiene que ganar batallas todos los días, si no, no es tal