Ciego de Ávila: vacías en el último tramo
Mientras daba más explicaciones menos entendían.
Mientras daba más explicaciones menos entendían.
“La Revolución no se lleva en los labios para vivir de ella, sino en el corazón para morir por ella.”
Mi abuela sabia lo había bautizado así porque el almidón postergaba el desdoble de su planchado y con aquel hombre “lo establecido” se volvía, también, un poco rígido.
Aun sin entrar a la feria que tiene lugar, por estos días, en el Parque de la Ciudad de la capital avileña, se tiene un “avance” de lo que ella representa: nuestra economía subdesarrollada sigue burlándose de la ley de oferta y demanda.
Terminó de barrer la casa y empujó fuerte con la escoba para que el churre sobrevolara la acera y cayera en la calle. Una vez ahí, su recogida ya era asunto de Comunales.
Hay cifras que dicen poco, otras, por el contrario, contienen, por sí solas, su propio alcance. Citemos estas que revelan lo que los accidentes de tránsito han dejado sobre las calles y carreteras de la provincia.
Ni el diccionario de la lengua española puede definir lo que sucede en Ciego de Ávila, porque “viandazo” sigue siendo, en el glosario de jergas, una palabra comúnmente usada que la academia aún no registra. Pero la gente entiende sin preámbulos que "viandazo" es un golpe y un golpe intentan dar, o ya dieron, algunos de los vendedores que comercializaban las viandas que sobrevivieron a la raquítica sequía y a los bandazos de Irma.
Hombres como Eusebio Leal se oponen a que los símbolos patrios devengan mercancía de burda comercialización. Otros, como Fernando Martínez Heredia, alertan que “los símbolos cubanos son hoy, también, un frente en la guerra cultural”.
Sentimos un raro olor en las afueras de la casa. Al salir, Jorgito, uno de los vecinos, prendía fuego sobre la acera. Lo interrogamos para saber de qué se trataba y explicó, con la ira a flor de piel, que alguien había lanzado un animal putrefacto en la basura amontonada tras el huracán Irma.
Es inaceptable que, según analizó en abril el Pleno del Comité Provincial del Partido, el alumbrado público se haya visto afectado por trámites burocráticos, lo que en el primer cuatrimestre del año presentaba visibles irregularidades y se revertía en menos claridad en las calles.
La frase me incomodó, no tanto porque el bicitaxista evadía definirle el precio a su trabajo, él, que mejor que nadie sabe cuánto vale su pedaleo, sino porque hasta hoy no sé si lo que yo quise (o pude) era lo que él merecía y esperaba.
Un parque con ínfulas de vertedero, un hospital maltrecho, una escuela semiderruida, chapucerías, acabados “inconclusos”, teléfonos públicos mutilados, ómnibus rayados, baños públicos a plena luz, o grafitis en paredes ajenas son, desde hace rato, pinceladas incómodas en nuestro entorno.