Desafiando la lógica sin razón suficiente
Dos ejemplos para ilustrar qué pasa cuando nuestras decisiones o actos no responden a ningún principio lógico.
Dos ejemplos para ilustrar qué pasa cuando nuestras decisiones o actos no responden a ningún principio lógico.
Un entorno complicado afronta la sociedad cubana por razones ampliamente conocidas. Sortear los problemas en la mayoría de nuestras ramas se ha vuelto cotidiano, pero, ¿lo hacemos bien?
Se trata de garantizar el empuje de este sector en la economía y está claro que faltan ajustes, así como poner oído a cada uno reclamos que todavía no están satisfechos.
Obviamente, no aprendimos. Pareciera que nos adaptamos —tan, pero tan bien— a ¿convivir? con la pandemia, que nos creemos inmunes e ignoramos fatalidades y secuelas.
El nasobuco nos protege ante el nuevo coronavirus y es una prenda que debemos agregar a nuestro vestuario y no convertirla en una bufanda.
Mientras en Cuba las medidas aplicadas desde el 11 de marzo pasado y el sentido humanista del sistema lo impiden, miles de personas mayores en el mundo no pueden ingresar en los hospitales.
Hay algo que estableció el 2020 como una verdad absoluta: sin agricultura, industria alimentaria, tiendas y servicios básicos sí que no podemos vivir.
En Ciego de Ávila quedan cojas la formación vocacional y la retención de estudiantes en la Educación Técnica y Profesional (ETP).
El tiempo de La Habana no se mide en los relojes de Washington. Mucho menos la soberanía. Biden debe saberlo.
Cuando aún no arribamos al primer mes de materializarse la Tarea Ordenamiento, muchos ponen en tela de juicio la modificación integral de los importes.
Tal parece que solicitar o renovar algún escrito (para cambio de teléfono, el gas licuado, la Empresa Eléctrica, Vivienda, dietas…) es un “pasadía” casi obligado.
Si antes nuestra sociedad padecía del desentendimiento de las familias con alguno de sus miembros, ¿cómo haremos efectiva y vinculante la responsabilidad de los familiares obligados en las nuevas circunstancias?