La casa había quedado reluciente con la limpieza del sábado, día clave para las maniobras hogareñas, cuando, en ocasiones, suele trabajarse más que en el propio centro de labor.
Entraba la tarde y la brisa llegaba para recordar que todavía la temperatura no es tan agobiante como en los meses más “crudos” del verano, sin embargo, la tropa que se había gastado un baldeo de lujo transformó su buen ánimo con un irreverente acaloramiento.
¿Razones? En todos los pasillos, el portal, el patio, el techo, y hasta en el interior de la morada, se percibía una abundante ceniza traída por el viento, vaya usted a saber de dónde.
Cuando eso pasaba en mi infancia la culpa se le achacaba a la zafra, con la quema de cañaverales para disminuir la masa vegetal que no da azúcar y facilitar las labores del corte, práctica que no es la idónea, aunque, de vez en vez, ocurre por negligencia, accidente, e incluso, con la intención de sabotear la economía.
Está claro que las cenizas pueden viajar desde muy lejos, no olvidemos que hasta el polvo del Sahara nos visita, pero no precisamente él es el causante de que tramos de las cunetas de las carreteras y líneas ferroviarias de la provincia se conviertan en alimento de las llamas, camino recurrente para quienes cobran por mantener recortada la hierba en esas franjas.
Resulta evidente que las máquinas chapeadoras no abundan en este territorio, y las pocas en funciones consumen combustible, del que no siempre se dispone, además de ser muy caro.
Dar candela como alternativa aparentemente fácil para quien se aprovecha de ella, tiene matices peligrosos para la sociedad. Se afectan numerosas hectáreas de la capa vegetal, la atmósfera recibe una cantidad de dióxido de carbono por encima de lo habitual, y las cenizas dañan el ornato de las ciudades y multiplican el esfuerzo de quienes limpian.
• La protección contra incendios es un tema que se trata con sistematicidad, pero no todos lo cumplen.
Para colmo, la salud tiende a empeorar, proliferan las infecciones respiratorias agudas y, con ello, la afluencia de personas a los centros asistenciales por la indolencia de una minoría, transformada luego en mayores gastos de los caros y escasos medicamentos disponibles.
La vida nos está llevando a transformaciones radicales en todo nuestro entorno, que deben extenderse a eliminar prácticas desacertadas como el uso irracional del fuego, que no siempre lleva consigo una mala intención. Se emplea como variante para el saneamiento en basureros, terrenos cubiertos de maleza y marabú, y la destrucción de residuos de cosechas.
Paliar, al menos, este mal, implica el trabajo coordinado y con enfoque sistémico entre diversas entidades, organismos e instituciones que busquen las vías más correctas para que no todo se resuelva con el efecto de la tea incendiaria o la simple fosforera. Y no se trata de partir de cero, la actual Ley Forestal, vigente en Cuba desde julio de 1998, establece qué y cómo debe actuarse.
Valdría la pena rescatar la chapea mecanizada, seguida por el aprovechamiento de la hierba como alimento animal o biomasa para obtener abonos orgánicos, fortalecer la recogida de basura e incrementar los tipos de materias primas que en ella están contenidos, junto a las sanciones a los generadores de daños por la quema de sembrados y otras áreas.
A la par del cuidado de los recursos, el medioambiente exige una mayor protección, que redundará en mejoras a la salud, más belleza del paisaje, limpieza de pueblos y bateyes, en fin, un aire con menos contaminación, capaz de asegurar calidad de vida a las futuras generaciones a partir del freno requerido a quienes sacan ventaja de las llamas sin meditar en las consecuencias.
Me parece un buen punto a tratar, quizás haya más tela por donde cortar pero definitivamente lo que dices en el artículo, lo veo como algo válido. No veo eso de quemar como una buena opción.
Ahora, respecto a rescatar la chapea mecanizada, me parece poco probable por el asunto del combustible, piezas, etc, etc, etc.
Hay que poner las neuronas a trabajar a ver qué solución darle al problema, y que no sea dar candela.