Un día después de que la literatura cerrara la tapa de su Feria, como si ella misma hubiese sido un libro abierto que muchos hojearon al pasar, podía adquirirse Herejes, de Leonardo Padura; Vampiros en La Habana, de Juan Padrón; o La noche, de Excilia Saldaña.
Una semana después de que cerrara el telón de la XXI Feria del Libro ha comenzado otro proceso más sutil e introspectivo al interior del Centro Provincial del Libro y la Literatura (CPLL) de Ciego de Ávila.
Menos hojas entintadas y más descargas gratuitas de materiales digitales son, a priori, descripciones a la media de la XXXI Feria del Libro en Ciego de Ávila, la cual cambió prácticas y rutinas con tal de permanecer y seguir siendo una bocanada de aire fresco en pleno mes de marzo.
Imagen 2.0 quiere contar la fiesta de los libros desde la visión de algunos de sus protagonistas en Ciego de Ávila.
Una “fotografía” del Movimiento en Ciego de Ávila con “numeritos”.
Sin otro fin que la convicción perpetua de que se tiene que escribir, cantar, bailar, tocar, pintar, actuar… para darle vida a ese nudo que a veces está en la garganta y a veces en el estómago, comienza alguien a creer en la utilidad (primera) de lo que hace.
El proyecto Anglocaribe: El barrio y sus Tradiciones, fue una de las 10 experiencias finalistas en el concurso nacional del Centro de Intercambio y Referencia Iniciativa Comunitaria.
Más de 4000 artistas aficionados sostienen el grueso de la programación cultural de la provincia, a pesar de las carencias y de los olvidos.
La Escuela Elemental de Arte lleva su nombre, pero Ciego de Ávila tiene para sí la gloria de una artista que habría que reverenciar en toda su obra. Y merece recomponerse desde la orquestación de muchos.