Microbióloga Oxana ante la COVID-19: “salvar el hospital”

“Apenas dijeron que teníamos que iniciar la toma de muestras para el diagnóstico del SARS-CoV-2, llegué al laboratorio y empecé a vestirme, sin comentar algo. Cuando estuve con los medios de protección puestos, pregunté a los muchachos: ‛¿quiénes dan el paso al frente para irnos a salvar el hospital?’, y todos respondieron: ‛profe, si ya usted está lista, ¡nos vamos con usted!’.”

Así comenzó una difícil batalla para Oxana Cabrera Espinosa, Especialista en Microbiología del Hospital Provincial Docente Doctor Antonio Luaces Iraola, de Ciego de Ávila. El evento de transmisión de la COVID-19 surgido allí en septiembre pasado le impondría trabajar en un día lo que, en otros tiempos, puede representar casi una semana.

“El Laboratorio de Microbiología del centro se dedica al diagnóstico de enfermedades infecciosas, o sea, bacterias, virus, parásitos y hongos. En situaciones normales, se estudian, diariamente, alrededor de 50 muestras de todo el ambiente de la institución, dígase terapias, neonatología, salas abiertas y hasta de consultas externas. Podemos alcanzar, incluso, los 100 análisis”, recuerda la jefa del Departamento, con 14 años al frente del equipo.

Sin embargo, “al ponerse la cosa fea” en el hospital, dicho en buen cubano, el quehacer fue muy complicado. “Tomamos hasta 600 muestras a profesionales de la salud, pacientes y acompañantes en más de 12 horas para SARS-CoV-2, cogiéndonos la madrugada, pero satisfechos de haberlo logrado.” De esa forma, la tunera que conoció a un doctor y aquí quedó desde 2002, sumó a su vida profesional en tierras avileñas sucesos de desbordada entrega.

“En un primer momento, hubo sus temores. Esto es muy delicado, pues se puede contagiar el trabajador. No obstante, el equipo de jóvenes licenciados enfrentó la tarea con valentía, cumpliendo siempre con las normas de bioseguridad. Supieron hacer lo que les tocaba con total humanismo.

“Nos regimos por normas establecidas por el Instituto de Medicina Tropical Pedro Kourí. Desde el brote en la provincia, fuimos capacitados, aunque sí nos tocó recapitular ante un virus tan contagioso. Recibimos preparación sobre la toma y el manejo de las muestras, la transportación dentro del hospital y hacia el Laboratorio Provincial, así como el uso estricto de los medios de protección.”

Después de recorrer el Luaces Iraola de punta a cabo, Oxana ponía la cabeza sobre la almohada y, antes de que el cansancio la dominara, pensaba en su esposo que cumple misión internacionalista en Angola, sus dos hijos (de nueve y 16 años), su hermano (que asumía el protagonismo en el hogar) y su suegra de 80 años. “La batalla de nosotros era aquí y la de ellos en la casa”, manifiesta a pocos segundos de que las lágrimas brotaran.

Cerca de 20 días estuvieron en cuarentena intrahospitalaria modificada, atados a un objetivo: “salvar el hospital”, insiste. “Somos 26 trabajadores en el Departamento, pero en aquellas semanas de septiembre 11 permanecieron en sus casas por edad, enfermedades o al cuidado de niños, algunos estaban de misión y solo ocho asumimos la vorágine; un colectivo bastante esforzado.”

Ciego de Ávila vs. COVID-19: hospital modificado

En ese instante, luego de hablar de sus esfuerzos en el enfrentamiento a la COVID-19, la especialista de 47 años aclara que “también se mantuvo la Microbiología habitual del centro, o sea, los cultivos de pacientes de las terapias, maternas, neonatos, que nunca se paralizó.

“Había jornadas en que terminábamos lo relacionado con el coronavirus y seguíamos con otros exudados, pues de ese resultado dependía adoptarse una conducta en las salas del hospital. Eso sí, a raíz de las medidas para contener el evento, fue disminuyendo lo que no era SARS-CoV-2.”

Para “la profe”, haber estado en plena ofensiva, fue una escuela, si bien ella lleva en sí una academia. “Chocando una con la verdad se da cuenta del gran humanismo que siempre ha caracterizado a nuestro personal de la salud. Incluso, los muchachos reconocieron el valor de ellos como profesionales de laboratorio, de los cuales depende cualquier conducta ante el paciente.”

Absoluta confianza depositó Oxana en sus jóvenes. “Al principio, cuando había que tomar cuantiosas muestras, decían: ‛profe, tenemos que dividirnos’, y yo respondía: ‛cómo que dividirnos’. ‛Sí profe, ya organizamos el trabajo y a usted hay que cuidarla’. Estaban tan metidos en el problema, en que no podíamos demorarnos, en que era grande la responsabilidad, que proponían soluciones.”

A más de un mes de aquellas semanas, vuelven los estudios microbiológicos de rutina, pero con la certeza de que la COVID-19 no es invencible, si cada frente de combate responde con éxito, aunque sean ocho soldados contra miles de partículas enemigas que sitian un lugar.

Tampoco esta guerrera avileña quisiera retornar a las videollamadas con sus hijos y a sentir la incertidumbre de quienes, cuando le introducen el aplicador en ambas fosas nasales o en áreas de la faringe, esperan por dos palabras (positivo o negativo) para saber qué rostro poner.

Y recuerdo las expresiones del doctor Julio Yamel Verdecia Reyes, director del Hospital General Docente Vladimir Ilich Lenin, de Holguín, quien estuvo apoyando el desafío a la pandemia en el territorio, al referirse a la especialista: “si alguien ha trabajado duro aquí, es Oxana, entrevístenla”. No podía, entonces, obviar tantos dedos a su favor.

Hospital de Ciego de Ávila: Después de la tormenta 


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