Falta mucho por hacer

Entre las frases típicas de casi toda reunión la que da título a este comentario es, para mí, una de las más recurrentes. Desde mi percepción, es, además, una perogrullada que busca fijar la atención de los concurrentes (en el estrado o en el auditorio) en relación con la disposición de hacer lo que sea necesario para conseguir un objetivo en cuestión, o en cuestionamiento.

Tengo 50 años de edad, y juro haberla escuchado tantas veces, como tantas veces me ha causado cierta inquietud y la misma catarsis interna: “Siempre se puede hacer más.” “¿Será una justificación para no hablar del porqué no se ha hecho lo que se debía? ¿No sería mejor hablar en términos más concretos, organizados, planificados o, en su mejor acepción, pensados?”

Me gustaría aquella reunión, en la que, además de desterrar los “nuevos vocablos” aperturar y direccionar (que no existen en la lengua española), quien la dirija pregunte: ¿Cuánto falta por hacer? ¿Cómo lo vamos a resolver y cuándo? Y que termine con un apunte en su agenda: “Controlar tal cosa, en tal fecha.” Para que no quede sepultada en el mar de asuntos que, generalmente, tiene sobre sus hombros.

•Vea: El mal sabor de las justificaciones.

Confieso que es mayor aún mi catarsis, cuando lo que “falta por hacer” es tan sencillo como eliminar el enyerbamiento de las áreas comunes de X Consejo Popular, X comunidad, X centro de trabajo, o X ciudad (como si convocar y liderar algo así necesitara de fuerzas sobrenaturales); de limpiar un local para darle nuevo uso o valor de uso; o sacar, a tiempo, de un almacén determinada cantidad de productos que, a veces, también aparecen a la venta en calidad de ociosos.

Recuerdo una vez que en la Feria de productos ociosos se vendió una pieza para motores Karpati que por años estuvo en déficit. Obviamente, faltó algo (mucho) por hacer.

Lo cierto es que “se vende” la consigna y “falta mucho por hacer” deja un vacío semántico muy parecido a “a mí no me toca”, “lo haremos en otro momento” o peor, “¿si no lo hicieron otros por qué tengo que hacerlo yo?” Mejor ponerlo en los planes para el próximo año y caso resuelto.

• Conozca "lo mucho que falta por hacer" en el programa de construcción de viviendas en Ciego de Ávila.

¿Se trata de estar conformes con lo hecho? ¿Acaso toda obra no es perfectible? ¿Entonces para qué repetir la frase y, en algunos casos, divorciarla de los hechos y mantener su maridaje solo con el discurso?

Suele ocurrir que cuando está llegando la ocasión (el verano, un festival, una campaña de siembra…) es que revisamos, antes no, las condiciones “objetivas” para conseguir tal “objetivo” y, al llegar la hora cero, nos damos cuenta de que falta mucho por hacer. Y algo se pone en peligro.

Citemos un par de ejemplos: Nos encontramos con una brigada de mantenimiento que debe reparar una vía en mal estado y, mientras un obrero riega la mezcla asfáltica, otros seis conversan, el jefe de obra fuma pacientemente y el inversionista no hace acto de presencia en el lugar; o con otra de Acueducto y Alcantarillado que debe suprimir un enorme salidero por donde escapan miles de litros de agua, y tampoco allí se aprovechan la fuerza de trabajo ni la jornada laboral.

Válido aquí un ejemplo longevo: la rehabilitación de la ciudadela ubicada en calle Libertad, entre Maceo y Simón Reyes, en Ciego de Ávila. Si algo han hecho allí son promesas. Y esas, en verdad, no han resuelto el problema.

¿Habría que utilizar la misma frase del título? Obviamente no. Esa debería llegar cuando evaluemos la calidad, después de haber invertido miles de pesos en recursos y pago por concepto de salario.

Los tiempos —por desgracia, aunque sin lamentaciones— no son los mejores. No son muchos los recursos para hacer todo lo que queremos. Por eso, considero que es cierto que falta mucho por hacer. Pero, sería más productivo si lo hacemos ahora. Los nuevos casos positivos a la COVID-19 en la provincia dan fe de ello.


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