Héroes que conozco

A aquel hombre lo conocí mucho antes de saber que era el padre de mi profesor y amigo José Antonio González (Tony). Lo había visto muchas veces, y disfrutaba sus discursos en congresos y encuentros de campesinos. Era un enamorado del trabajo, un convencido de que la tierra era generosa con todo aquel que la trabajara y fuera generoso con ella.

Si en la televisión transmitían sus palabras llenas de sinceridad, al día siguiente todos lo comentaban, porque no tenía pelos en la lengua, porque iba de frente y sin tapujos; porque Fidel nunca ocultó cuánto le agradecía sus intervenciones.

Su hijo, orgulloso, tenía una fotografía en su oficina donde él estaba con Fidel en el momento en que este le entregaba un título honorífico.

Hace algunas semanas tuve una magnífica sorpresa, cuando entrando a la ciudad de Ciego de Ávila vi, en una enorme valla al borde de la vía, aquella fotografía que me es tan familiar; Elías González Cortiña, que de tanto trabajar se hizo héroe, estaba allí junto a Fidel.

Pedí bajar del auto en que viajaba para verlo de cerca; y muy adentro de mí agradecí la idea que tuvo la ANAP de exhibir las fotografías de esos seres que vieron en el trabajo el mejor regalo que podían ofrecerle a su país amado.

Recordé las muchas veces que lo vi, las conversaciones que tuvimos, su parecido físico con el Indio Naborí, la idolatría de su hijo, lo temprano que llegaba a La Cuba y lo tarde que volvía a la ciudad, porque el vínculo con su cooperativa él lo convirtió en un sacerdocio, en su filosofía de vida.

Yo tengo la suerte de conocer a otros dos héroes de este tipo, dos hombres de mi pueblo, donde hubo un central inolvidable, desde donde salió mucha azúcar para Cuba y su gente, dos hombres con los que todavía me tropiezo en cualquier calle, les digo adiós, pregunto cómo están, y, muchas veces, les doy un beso y los abrazo.

Publio (Publio Antonio León Pereira) trabajó sin descanso adentro de ese central, y Alvarito (Álvaro Serrano Gómez), en su alzadora en los campos de caña, sin pretender medallas ni diplomas, reconocimientos ni aplausos; lo hacían porque no conciben la vida sin el trabajo diario, sin el desvelo que es obligado para los hombres del azúcar, trabajo del que no rehúyen todavía, porque la jubilación no es verdad mientras haya algo que hacer y lo enfrenten con ganas.

Cuando se les pregunta qué hicieron para ser héroes, ellos dicen que nada; no pensaban en eso mientras trabajaban, sólo en el bien que hacían, en lo necesario que eran, en lo justo que resulta esforzarse por otros y compartir lo que se sabe.

En cualquier calle estos héroes están junto a la gente, a veces en un aula, contando sus hazañas, en un desfile, un acto. En cualquier parte; y puede ser que algunos no sepan cuánto hicieron mientras otros dormían.

Desde que vi a Elías en aquella valla hermosa, ese héroe que sigue estando entre nosotros, no dejo de pensar en cuán bello sería que todo aquel que conozca a uno de estos hombres, cualquier día de un año, al mirar una valla, al borde de un camino, pueda decir: "Detente, quiero verlo de cerca porque yo lo conozco".


Comentarios  
# Alejandro Chang Hernández 24-06-2020 14:08
Los héroes no solo vienen de las gestas de armas, hay muchos otros igual de importantes, esos que vienen del trabajo, del deporte, de la cultura. Un hombre se convierte en héroe cuando no se conforma con hacer lo que toca todos los días, sino que se esfuerza más allá, donde los demás se detienen. Y ese esfuerzo excesivo de cada día, al acumularse con el paso de los años, se convierte en una obra legendaria, que sobresale del resto.
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