Aquella noticia me conmovió. No me tomó por sorpresa porque era algo que podía suceder cualquier año por estas fechas. Anunciaba que Ricardo Benítez Fumero era congratulado con el Premio Orlando Castellanos Por la obra de la vida, en el nivel provincial, título que resume una existencia dedicada al trabajo constante, a la búsqueda, a su tránsito por diferentes medios y a su permanencia en la emisora provincial de Radio Surco donde se le ve y siente como un erudito.
En la red social Facebook, acompañando la noticia, unas fotografías tomadas por el colega Pastor Batista mostraban con dulzura y admiración las manos que por tanto tiempo han acariciado cada palabra, cada emoción convertida en texto, cada retazo de lo que es y que muestra a los otros como el más grande regalo que pueda ofrecer.
Fumero (como lo hemos llamado siempre) es el primer periodista y escritor que yo conocí, aún cuando no lo leía en Invasor y no lo escuchaba en la radio. Me llamaba la atención saber que vivía cerca de él, pero no lo veía en lo alto, como nos sucede a veces con los intelectuales cuando somos jovencitos, cómo verlo de ese modo si visitar su casa, comer guayabas de sus matas y hasta un dulce de su amorosa madre era algo que hacía con frecuencia.
#RadioCubana: Para mí, la foto más linda. Crédito a quien corresponda por inmortalizar este momento.😍 #JornadaDeLaPrensa #CiegodeAvila
Posted by Diane Dewar on Sunday, March 13, 2022
Para todos en el barrio el hijo de René y América era un sabio, siempre con un libro a mano, con la respuesta a una tarea de cualquiera de nosotros, con una conversación llena de sustancia como pueden ser las de quienes han leído mucho, estudiado, de aquel que sin moverse del batey visitó muchos mundos.
Un poco solitario, como suelen ser algunos escritores, siempre dispuesto a ayudar a los vecinos y amigos, amante de su familia; apasionado del arte y la literatura; encontró en sus oyentes y lectores el recipiente ideal para guardar mucho de aquello por lo que hoy es premiado.
De andar lento, de espíritu tranquilo, se le podía encontrar tratando de abordar una guagua en plena madrugada; un camión cualquiera, más recientemente el tren, que lo sacaban del apartado lugar donde aún vive, hasta la ciudad donde ha dejado huellas.
Sus exquisitas crónicas, que escribe cada día, aun enfermo y confinado, son esperadas por sus oyentes, por sus seguidores en las redes sociales de Internet, aplaudidas por quienes lo conocen y valoran; y deberán ser revisitadas muchas veces.
Sin alardes han transcurrido su vida y su carrera; apegado a aquello que un día descubrió y de lo cual no ha podido despegarse; nos regala, a su tierra y su gente, un premio ganado con cada átomo de sí, cada palabra, con muchas horas de intentar imágenes, de hurgar; de ir al fondo muchas veces, a la cima siempre.
Aquella noticia me conmovió porque decía que el primer periodista que conocí, mi vecino de siempre, el amigo de todos en mi pueblo, ha sido premiado por su magnífica obra, esa que aún no termina y que ojalá sigamos mereciendo.