Martí nos habla

Siempre es así, desde que sucede el descubrimiento nunca deja de estar cerca; no tiene cómo irse de un corazón al que ha entrado, ni tampoco uno puede sacarlo, de tanto miedo que da pensar que no serás nunca más el mismo.

Nos mira desde la fotografía hermosa, los versos encendidos nos lo traen, permanece en el clamor de más de un siglo que no puede acallarse y en cada sitio que mires buscando una respuesta.

Su fórmula del bien supremo no envejece, ni su anhelo redentor. La certeza de que aquellos que eligen la estrella serán siempre sus dueños trae destellos emancipadores de tiranos y dudas.

Porque no se puede vivir persiguiendo un sueño para después abandonarlo, porque a la Patria se le lleva allí donde nadie puede arrebatártela, donde puedes cuidarla y dedicarle todos tus latidos.

Martí nos habla mucho antes de que una duda pueda rondarnos, antes de que las nubes negras aparezcan, nos recuerda por qué no se puede vivir sin luz, sin la lámpara que, una vez encendida, sería un crimen dejar que languidezca.

No nacimos cubanos porque sí, nacimos de una madre inmensa que solo cargará con aquellos males que sus hijos no puedan remediarle; que los sacudones que reciba no podrán dañarla ante los mimos que le propinan sus mejores retoños. Estar atentos es una de las claves, y si se le ama, cerca o lejos no puede ser a medias, porque para defenderla y enarbolar lo mucho que la amamos, tendremos que pasar muchos fríos, hambres y hasta espanto.

No se escoge a Cuba para vivir de ella ni de los hijos que decidieron vivir para ella. No se pierde la paciencia ante el primer revés porque la ansiedad por ver el fruto no nos permita ver primero la flor, después el brote.

No se pueden soportar los desmanes de algunos, el desprecio de los trepadores, los oportunistas, los que no pueden poner la Bandera en el altar más alto de la Patria, allí donde, como al Maestro, jamás nadie podrá tocarla.

No podemos consumirnos en soluciones pasajeras ni en fórmulas mágicas de un día; ni en promesas de un bien que tenga que llegar envuelto en oropel, en un barco que entre luces y flores trae un tirano.

No podemos aceptar las prebendas de nadie, aquello que nos manche, por miedo a tener menos, por temor a gastar los días de la vida en la verdadera conquista de lo alto.

Martí nos habla desde allí, desde adentro de cada cubano bueno; es así desde siempre, permanece encima del yugo que no quiso llevar, y aparece ante cada duda con la más cegadora de las respuestas: no existe otro camino para Cuba que la estrella que ilumina y mata.

• El año pasado, el 28 de enero: Martí en Ciego de Ávila: renacido, impoluto, vital


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