Un Martí contado por los niños en Ciego de Ávila

Aun cuando José Martí siga siendo ese “misterio que nos acompaña”, esta encuesta de Invasor nos devuelve al amigo de la Edad de Oro, en las voces de los niños de Ciego de Ávila

Para los niños TAMBIÉN se hace este periódico, y para las niñas, por supuesto, porque sin las niñas no se puede vivir, como no puede vivir la tierra sin luz. José Martí, que es la luz de esta tierra cubana, una lumbre infinita e inmarchitable, creía que los niños y las niñas necesitan conversar y decir lo que piensan, porque saben más de lo que parece y si les dijeran que escribiesen lo que saben, muy buenas cosas que escribirían.

Tenía razón. Bastó pedir y escuchar. Los niños dijeron y preguntaron, pues no hay mejor manera de aprender que preguntar, y es necesario que no vean, no toquen, no piensen en nada que no sepan explicar. Fuimos aula por aula indagando si conocían al hombre cuyo nombre define la aspiración de su organización pioneril. Fuimos con preguntas muy sencillas, para no robar muchos minutos, para no importunar. Aunque Martí nunca importuna, dijeron las maestras y maestros. Cuando hablamos de Martí siempre falta tiempo y se queda en el aire, suspendida, la intención de decir todo y más, y de buscar significados en las palabras, y de relatar su febril anhelo de libertad, porque mejor que ser príncipe es ser útil.

Los niños hablaron de un Martí escritor y patriota que no temió a la guerra, la preparó con paciencia por necesaria y, sin embargo, le alcanzó la vida para traducir del francés historias mágicas, de héroes tan diminutos como el más pequeño de nuestros dedos, un Meñique de buen corazón, pues tener talento es tener buen corazón y todos los pícaros son tontos; y de camarones agradecidos y encantados, ¿qué quiere el leñador?; y rimó versos sobre una niña buena y sus zapatos de rosa guardados en un cristal y contó cómo otra niña traviesa desobedeció a su papá, ¿Nené, no te dije que no tocaras ese libro?.

nene traviesa

Martí estaba, también, en pequeños murales, al lado de Fidel, Maceo y el Che. Martí estaba en el libro de lectura, en el matutino, en la obra de teatro y en las noticias. Pero, ¿y si Martí viviera, qué le dirían?, preguntamos y también ¿qué libros escribió para los niños?, ¿qué cuentos?, ¿cuál es el personaje favorito?

La encuesta

Libro La Edad de Oro Con esas interrogantes llegamos a tres escuelas de la ciudad: Alfredo Miguel Aguayo, Águedo Morales Reina y Augusto César Sandino, para que pioneros de quinto y sexto grado demostraran si conocían a Martí, ese hombre de frente ancha y bigote copioso, bajo de estatura y delgado, a quien le llevan flores en las mañanas antes de cantar el Himno. Ese hombre que los mira desde las páginas de sus libros de texto y al que este 28 de enero recordarán todavía más, cuando se cumplan 167 años del llanto de varón en la calle de Paula.

De los 261 encuestados, el 80 por ciento respondió La Edad de Oro a la pregunta de si José Martí había escrito algún libro para los niños. Otros respondieron directamente con el título de un cuento incluido en esa publicación mensual de recreo e instrucción dedicada a los niños de América, y siete mencionaron a Ismaelillo, la herencia más hermosa que el Martí padre dejó a su hijo.

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Debe haber sido la magia del camaroncito duro y su tremendísima lección final sobre la ambición lo que le ganó a El camarón encantado el favor de los muchachos.

―¿Qué quiere el leñador?― dijo el camarón, saliendo del agua poco a poco.

― Nada para mí: ¿qué más podría yo querer? Pero mi mujer no está contenta y me tiene en tortura, señora maga, con tantos deseos.

Aunque debemos reconocer que la porfía estuvo reñida entre Los zapaticos de rosa, La muñeca negra y Meñique. En realidad mencionaron casi todos los textos de La Edad de Oro, incluso aquellos que no son precisamente cuentos: La Ilíada de Homero, Tres héroes, Un juego nuevo y otros viejos.

Cuento favorito

Sin embargo, fue Meñique, que en realidad se llamaba Juan y era más ligero que un resorte, pero tan chiquitín que se podía esconder en una bota de su padre, el personaje preferido de los niños porque “era muy inteligente y astuto”.

―Eso no me asombra― dijo la princesa―. En tu casa no dan las vacas tanta leche como en mi casa, porque nosotros llenamos cada mañana veinte toneles, y sacamos de cada ordeño una pila de queso tan alta como la pirámide de Egipto.

― Eso es una bicoca― dijo Meñique―. En la lechería de mi casa hacen unos quesos tan grandes que un día la yegua se cayó en la artesa, y no logramos encontrarla sino después de una semana.

 bebe

En el ranking de las simpatías, después, están Pilar (“por su bondad”, “por sus buenos sentimientos”) y el camarón (“porque cumple los deseos”), pero también Loppi, la muñeca negra, Bebé y Piedad (“porque a pesar de ser una niña de padres ricos quería a una muñeca negra y vieja”). Hubo, incluso, quien prefirió a Aquiles, que con sus brazos alzó del suelo a Príamo y mandó que bañaran con ungüentos olorosos el cadáver de Héctor, y que lo vistiesen con una de las túnicas del gran tesoro.

Personaje favorito

Sin dudas, las respuestas a la pregunta de ¿qué le dirían a Martí si viviera? fueron las que conjuraron el asombro en una mañana de certezas porque, ¿quién no se ha leído La Edad de Oro o, como mínimo, alguno de sus cuentos? Pero indagar por un supuesto diálogo con un hombre tan grande nos daba un poco de miedo, el miedo de encontrar lugares comunes ante el legado de un hacedor de maravillas.

Las estadísticas, en estos casos, pueden ayudar a definir un par de respuestas que prevalecieron sobre las otras, mas no a ilustrar el ingenio y la sinceridad de nuestros chiquillos. Así, las referencias a los cuentos y poesías dedicadas a los niños, el agradecimiento por haber escrito La Edad de Oro y la inquietud por saber de dónde venía la inspiración fueron las contestaciones más repetidas (76), algo que a Martí lo habría hecho muy feliz: si alguna vez nos encuentra un niño de América por el mundo nos apriete mucho la mano, como a un amigo viejo.

Luego, los “gracias por la libertad, la revolución, la independencia y la lucha” (56), ubicaron al Martí Héroe y Apóstol de Cuba, porque cuando hay muchos hombres sin decoro, hay siempre otros que tienen en sí el decoro de muchos hombres. Esos son los que se rebelan con fuerza terrible contra los que les roban a los pueblos su libertad…

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A las muestras de admiración y los deseos de ser como él, darle la mano o el pedido de que fuera su maestro, siguieron preguntas variopintas, valiosas, vitales: “¿por qué dice que los niños son la esperanza del mundo?”, “¿cómo fue su amistad con Fermín Valdés Domínguez?”; “¿cuál es su cuento favorito?”; “¿cómo siendo pobre pudo convertirse en escritor?”; “¿quieres ser mi amigo”?, “¿cómo amar a los que te odian?”; “¿cómo es la guerra?”.

Tal vez, la respuesta de una niña de 11 años, en la escuela Augusto César Sandino, que prefiere Los zapaticos de rosa y a Pilar, pueda resumir este encuentro cercano con Martí al que hemos convidado. Dice ella: “yo le diría que fue un hombre muy bueno, quiso mucho a los niños, y nunca permitiría que le faltaran el respeto y menos que le hicieran daño”.


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