El nombre, la acción y herencia de José Martí siguen en el centro de atención de los enemigos de Cuba.
El año recién concluido y los primeros días de 2021 han sido de enormes pruebas para la humanidad y, especialmente, para Cuba. Sobre nuestra pequeña nación se han lanzado dos fuerzas de incalculable poder destructivo: la pandemia de la COVID-19 y otra con dos vectores esencialmente relacionados: el recrudecimiento del injusto e inmoral bloqueo del gobierno estadounidense y el brote (o rebrote) virulento de una desvergonzada campaña mediática utilizando las redes sociales en Internet como instrumento.
Los objetivos, los temas, los “argumentos demostrables” han persistido con matices, durante décadas, en el afán del pensamiento anexionista, reaccionario y antipatriótico, con modificación de estrategias en ocasiones. Como tema básico de este pensamiento ha estado el nombre, la acción y herencia de José Martí. ¿Cómo ha sido el oscilante tratamiento al Apóstol? ¿Qué hay de nuevo? No es la intención una exposición ni un análisis pormenorizado de este problema por razones obvias. Solo un comentario que consideramos necesario realizar por deber moral de ciudadano.
En los primeros años de la Revolución todo el esfuerzo de sus enemigos se concentró en demostrar que el programa radical y humanista de esta se enfrentaba al ideario de José Martí. La propia práctica sociopolítica se encargaría de darle un abrumador mentís. La creación de emisoras radiales y televisivas, en las que se utilizaba el nombre de nuestro Héroe Nacional de modo irrespetuoso y cobarde, constituye el antecedente inmediato de los procedimientos actuales para torcer, mediatizar y confundir realidades de todo tipo.
¿Qué ha estado ocurriendo últimamente? No es necesario hacer mucha historia. Toda persona medianamente informada tiene los referentes. Destaquemos solo el irrespeto, la vileza, la indecencia, la orfandad de decoro, muy lamentablemente manifestadas en aquellos que nos inspiran rechazo y desprecio por sus acciones.
El año 2020 comenzaba en la noche habanera con dos sujetos profanando bustos del Apóstol. A partir de aquí esta manera de actuar no se detendría, transitando por diversas formas de expresión. El 4 de diciembre último un vocero, no ya de las ideas, sino de estas acciones muy criticables y anticubanas, escribía en las redes: “En el Zanjón ganó obviamente el verbo y perdió ominosamente la violencia. En más de un sentido, el Zanjón fue la cuna fecunda de nuestra democracia. José Martí, un hombre que no creía en el sufragio universal y que fungía como representante de terceros países en los Estados Unidos, de hecho, vocero de tiranías extranjeras, le temía más a la sabiduría del Zanjón que a su propio suicidio súbito en Dos Ríos”.
Obsérvese como ya se han ido incorporando otros elementos de orden histórico a la vileza, mezclando de manera aviesa a José Martí. Expongo la cita como botón de muestra para una posible meditación, para conocer a fondo a los que confunden la diversidad de opinión, el derecho del ciudadano a pensar con el irrespeto a los símbolos, la indignidad histórica, la orfandad de decoro, en fin, en el amplio concepto martiano, con la indecencia.
Contraste este descalificador de tales personas con el enorme esfuerzo de la mayoría del pueblo cubano, de su gente humilde y trabajadora, de los que enfrentan la terrible adversidad de estos tiempos, de nuestro Sistema de Salud, de nuestros médicos.
La miseria moral de los que venden y anexionan su alma al poderoso adversario enemigo de nuestra realidad física y simbólica, jamás tendrán espacio en ella. No pasarán.
* Profesor Consultante de la Facultad de Humanidades de la Universidad de Ciego de Ávila Máximo Gómez Báez. Vicepresidente de la Filial Provincial de la Sociedad Cultural José Martí.