Hospital de Morón vs. COVID-19: dos meses sin “fiebres”

Si ponerle un termómetro a un hospital fuera posible, para detectar una fiebre metafórica, traducida en congestión, tráfico de virus de la tos a la mano y de la mano al cerrojo de la puerta, el termómetro no marcaría para el Hospital Provincial Roberto Rodríguez, de Morón, ni siquiera un febrícola en este octubre matizado por la COVID-19.

Invasor disgnosticó la fiebre, por primera vez, al Antonio Luaces Iraola en 2018

Habría que ir a comprobar si los policlínicos de los seis municipios del norte son los que pasan de 39, porque la historia debe ser distinta para el que acostumbra ir regularmente a la misma consulta y con el mismo doctor, pero en los meses del rebrote debió esperar por la rotación de un especialista en su área de salud más cercana.

"Desde que el 12 de agosto se reacomodara el hospital para recibir positivos y sospechosos al coronavirus, se añadieron más especialidades de las normales en la proyección comunitaria, en aras de sacar las consultas médicas del área del hospital", explica Juan Carlos Villares, director de la institución.

La proyección comunitaria durante el primer brote en Ciego de Ávila

Los servicios que quedaron dentro del hospital, entonces, se bifurcaron. Una gran parte de su segundo piso, cerrada y protegida, acogió a positivos y sospechosos con riesgos añadidos para su salud; mientras que la reorganización permitió seguir asumiendo las atenciones de urgencia e ingresos indispensables.

El alta clínica de los últimos positivos ingresados allí

Para el primer propósito se reubicaron las salas de Geriatría, Neurocirugía, Medicina de Mujeres, Psiquiatría y Terapia Intensiva Pediátrica, entre otras. A la vez, se apostó por el ingreso domiciliario en los casos en que era posible, como estrategia para despejar mayor cantidad de camas. Fueron, en total, 170 camas disponibles para pacientes graves, niños, adultos y embarazadas. E incluso, en algún punto de los más álgidos de la curva de contagios, fueron insuficientes.

La descongestión de la propia área roja para los primeros días de octubre se debe, según el doctor Villares, al nuevo laboratorio de biología molecular, que agiliza los diagnósticos y movimientos de pacientes, además de al discreto control de la pandemia.

Pudiera pensarse que por tal panorama el hospital se tornara desierto, ante el binomio de un personal médico en función del área roja y una población reacia a acudir al "cuartel" contra el virus más fuerte de la provincia. Y aunque los números demuestran que los cautos fueron varios (ya habíamos dicho que el hospital no tuvo ni un febrícola), también prueban que la atención no cesó.

Este es el resumen del recorrido de Invasor por los servicios de Urgencias, Terapia intensiva y algunas salas: poca gente, medios de protección en cada buró y salas en calma.

Nada de ello le sorprende a Yohander Nordelo Fernández, joven jefe del Departamento de Urgencias, Emergencias Médicas y Atención al Paciente Grave, que se estrena en el cargo tras salir del área roja.

No deje de leer la historia de Yohander

Aunque un poco desorientado con el movimiento de las salas, y con un teléfono que no para de sonar, alerta a más de un acompañante sobre el uso del nasobuco, muestra la apacible rutina de servicios como el de Nefrología, que afrontó un evento de transmisión tras sus puertas, y trata de explicar la tranquilidad del Cuerpo de Guardia.

En eso ayudan mucho los datos brindados por Rafaela García Montano, jefa del Departamento de Registros Médicos y Estadísticas.

Mientras en el mes de agosto 5 890 personas acudieron a las consultas de Urgencias, en septiembre, cuando el pico se hacía más evidente, solo lo hicieron 3 263. Ella y Yohander concuerdan ante la pregunta de Invasor. "A la gente le da miedo venir al hospital."

Si no se pone en contexto, la frase puede encender alarmas: En 2018, Invasor constató que casi el 90 por ciento de los pacientes que acudían al servicio de Urgencias en el Antonio Luaces Iraola eran clasificados de código verde según el Triaje que determina el grado de prioridad de cada caso según su urgencia. Los "verdes" suelen presentar síntomas relacionados con patologías crónicas o enfermedades que pueden ser tratadas en policlínicos, consultas habituales o exámenes del médico de la familia.

Algo así como un Triaje espontáneo debe haber ocurrido en septiembre para el Roberto Rodríguez. No debe ser simplemente que la gente "tiene miedo" de ir al hospital y contagiarse (aunque un simple miedo es comprensible tras los eventos de transmisión hospitalaria de la provincia), sino que tenga miedo de correr ese riesgo innecesariamente.

Para los menores de edad, se conjugan otros factores. Lo explica el jefe del Servicio de Pediatría del Roberto Rodríguez, Arisney Jiménez Herrera: hoy hay menos infecciones respiratorias agudas (IRA), con un índice ocupacional de cinco o seis camas, cuando "lo normal es que se hagan 10 o 15 ingresos diarios".

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¿Estarán los padres escondiendo los catarros de los niños, por evitar el aislamiento?, le pregunta Invasor. Pero la respuesta es negativa. La causa principal, a juicio del especialista, es que se han eliminado "los factores de riesgo de los niños que los predisponen a padecer una IRA, como son la asistencia a centros escolares", lo que, conjugado con nasobuco y lavado de manos, ayuda a mantener la morbilidad a raya.

"Ahora los que hay hospitalizados son menores de un año con infecciones respiratorias altas, dentro de ellas la herpangina, una amigdalitis viral que afecta a este grupo de edad con mucha frecuencia, y aunque el tratamiento puede ser en casa, la fiebre elevada es el primer síntoma que aparece y por ser ese grupo de edad de riesgo se hospitaliza", concluye el doctor.

Estos casos son parte de los que engrosan el número de 1 327 ingresos directos (desde el servicio de Urgencias) efectuados en agosto, y 1 273 en septiembre. Datos en los que la leve disminución contrasta con el aumento de 42 a 447 casos ingresados en el área roja.

"Aunque sea parte de la estrategia la menor concentración de personas, la vitalidad del hospital ha tenido que mantenerse", sentencia Juan Carlos Villares, incluso, a contrapelo del evento de transmisión abierto en la sala de Hemodiálisis, cuya seguridad se escuda tras sobrebatas, nasobucos y caretas.

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Y la vitalidad se aplica casi que a cada servicio. Lo confirman los 173 y 222 nacimientos ocurridos en agosto y septiembre, respectivamente, de los cuales las cesáreas representan la tercera parte, aproximadamente. "Los niños no dejan de nacer", acota Rafaela García tras el dato.

Para los pacientes y cirujanos con intervenciones quirúrgicas programadas en estas fechas las medidas se tradujeron en la espera por mejorar su calidad de vida, o aliviar una patología no urgente.

Ese es el caso de los pacientes del neurocirujano Angel Lacerda Gallardo, quien menciona el diagnóstico más común en su lista de espera: hernias discales y otras enfermedades espinales. En el transcurso de esos dos meses, Lacerda llevó al salón de operaciones a un paciente con un tumor metastásico y alrededor de 15 por traumatismo craneoencefálico, fracturas o hematomas.

Traumas craneales en Ciego de Ávila durante el 2019

Son parte de las 176 cirugías mayores efectuadas en agosto, y las 76 de septiembre (más de dos por día), por concepto de urgencias y oncología, que sumadas a las cirugías menores suman un total de 1 173 entre ambos meses.

El resto de la historia de la atención hospitalaria para los seis municipios que se atienden en Morón no está completa sin la de los especialistas que dejaron sus consultas habituales para ir a las comunidades, o la calidad de la atención primaria para ser capaz de detectar y tratar in situ. Mas haber sorteado un evento de transmisión sin renunciar a un servicio de vida o muerte, haber tratado embarazadas y niños, sospechosos y positivos sin un solo contagio al interior del área roja, a la vez que se mantenía seguras a más de 1 000 personas, son razones para darle al Roberto Rodríguez una buena nota.


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