Tal parece que los quehaceres de una casa son apenas lavar, limpiar y cocinar, pero en cada casa hay una malabarista que hace y planifica eso y mucho más. Y ¿sabes qué?, está exhausta
Todos, absolutamente todos, crecimos escuchando a nuestras madres decir: “Si yo no lo hago, nadie lo hace”, “yo quisiera ver qué se iban a hacer sin mí en esta casa”, o el clásico “yo no soy eterna”.
Nos reímos de eso, les dijimos que eran exageradas, que todas eran iguales, que les dieron un manual de frases para pelear. Y luego crecimos. Los hombres siguieron pensando lo mismo. Las mujeres nos volvimos ellas.
Nadie tiene idea, hasta que está en ese lugar, de la enorme cantidad de tareas y preocupaciones que gestiona una mujer/madre/jefa de hogar en Cuba. Son las coordinadoras familiares de absolutamente todo.
Si hay ropa sucia, qué hay que comprarles a los niños, qué medicamentos toma la abuela, el trabajo práctico de Cívica, invita a tu hermana a comer el sábado, el mes que viene es el cumpleaños del niño, se acabó el arroz, se enfermó un tío, al perro hay que ponerle una vacuna...
Eso tiene un nombre. Se llama carga mental y es increíblemente injusta, porque no se ve. Ellas tienen sobre los hombros todo el peso del bienestar de la familia y el funcionamiento del hogar. Desde las amas de casa que, además de planificar, lo hacen todo, hasta las profesionales ultra realizadas, empoderadas, jefas, a las que “el marido las ayuda”.
Va más allá de que las cubanas dediquen, como promedio, dos horas diarias más al trabajo doméstico, según la Encuesta Nacional de Género e Igualdad. Eso, al mes son dos días, y al año, casi un mes entero de trabajo que pasamos lavando, limpiando y fregando platos. Lea dos veces, un mes.
Porque sí, en los hogares donde las tareas se reparten más o menos equitativamente, ellas todavía son quienes le dicen al esposo qué hacer, con lujo de detalles (porque si omiten un paso en la explicación, lo omitirán ellos en la ejecución) y cuándo toca hacerlos.
Así, si ella no recuerda cambiar las sábanas, él tampoco lo hará “porque no me lo dijiste”, o si ella le pide que friegue los platos él bien puede dejar sucios los calderos, aunque estén al lado, “porque no me lo dijiste”. Y sí, a los ojos de una sociedad tan machista aún, él es un esposo modelo, y ella, una exagerada que no tiene de qué quejarse. ¿Les suena?
Algunos psicólogos que hablan del tema explican que es en vano pretender que todas las tareas de una casa van a dividirse equitativamente entre los cónyuges y la familia.
Pero que sí funciona esto: primero, repartir las grandes tareas. No es “yo lavo y tú tiendes”, ”yo recojo a los niños y tú los bañas”, sino, “yo me ocupo de la alimentación y tú del orden”. “Yo de cuidar a los niños y tú de la limpieza”. Así, quien se ocupa de la comida no solo cocina y friega (de hecho, puede pedirle al otro que lo haga), sino que debe saber también qué queda en el viandero y qué hay que comprar, qué hacer de comida hoy...
Y lo segundo es repartir justamente el tiempo de trabajo y descanso. Si tu pareja está fregando, busca algo qué hacer, no preguntes, prepara la mochila del niño, dobla la ropa limpia. Así, en algún punto se acabarán todas las tareas en la mitad del tiempo, y podrán descansar también los dos.
Esto no es exagerado. Nadie se merece la responsabilidad de que una casa se mantenga en pie, porque de eso, ni siquiera viendo la novela, se descansa. Si es tu caso, sabrás que te hace falta.
Y si tienes dudas, aquí hay un test sobre quién tiene la carga mental en tu casa y todo lo que ni siquiera sabes que hay que hacer:
¿Qué talla de zapatos usa tu hijo/a?
¿A qué es alérgico/a?
¿Qué se va a hacer de comida hoy?
¿Cuánto queda de sal?
¿Qué día se cambian las sábanas?
¿Cada qué tiempo se friegan las ventanas?
¿Con que se lava el baño?
¿Cuándo es el cumpleaños de tu cuñado/a?
¿Quién sabe todas estas cosas? ¿Lo ves?