¿Porción ingobernable del mapa avileño?

Para lograr comportamientos a tono con la necesidad de ahorro, los más altos consumidores de la energía eléctrica en el sector residencial demandan una atención diferenciada en Ciego de Ávila

Hablar o escribir sobre ahorro de energía eléctrica en tiempos en que la intermitencia del fluido, especialmente en el horario pico de la tarde-noche o el mediodía, exaspera al más ecuánime, puede parecer un contrasentido, un asunto desagradable que es mejor eludir, pero igual llegará el apagón que pudiera, al menos, mitigarse.

Cuando el pasado día 27, Vicente de la O Levy, ministro de Energía y Minas, intervino en la Mesa Redonda Informativa que incluyó el asunto, expuso cuánto le cuesta al país garantizar todos los combustibles que necesita la economía, dijo que el gas licuado para la población se importa y le cuesta 20 millones al país, el turbo combustible para la aviación, casi 30 millones de euros el consumo de un mes, y así, sucesivamente, relacionó las cifras astronómicas que en el actual contexto Cuba está obligada a desembolsar.

Si desde las instancias gubernamentales y políticas se pretende mover cada uno de los “hilos de la energía” con el mayor acierto, al punto que el primer ministro, Manuel Marrero Cruz, emitió una instrucción para promover el ahorro en el escenario actual, y que define acciones que conciernen a todos los actores de la vida nacional, es lógico que se demanden respuestas favorables procedentes de todas partes.

Y de todas esas partes la más fácil, quiero decir la más gobernable, corresponde al sector estatal, habida cuenta que lo indicado, en sentido general, no admite réplicas, y puede ser verificado. En otras palabras, lo que se orienta resulta de obligatorio cumplimiento.

Pero, a juzgar por los dilemas que en el día a día enfrenta el Consejo Energético Provincial y sus similares en los municipios, los mecanismos de control acusan debilidades en los escenarios donde más se necesita.

Que casi el 70 por ciento del consumo energético nacional corresponde al sector residencial debiera traducirse en una multiplicación del trabajo en función de incidir en comportamientos más austeros en el seno familiar. Pero cuando se valora cuánto se hace para lograrlo, a mí me queda la impresión de que el saldo se diluye en un discurso donde prevalece la insatisfacción porque faltan trabajo e indicadores medibles que incluyan intercambios, visitas, discusiones, conversatorios, en fin, todo lo que pueda traducirse en una posterior reacción en favor del ahorro, a lo que se agrega la insuficiente base de datos que permita un conocimiento exhaustivo de la otra parte del “mapa energético territorial” y, en correspondencia, concentrar esfuerzos en las partes del todo donde más urge.

Un ejemplo significativo se refiere al empleo de los equipos de refrigeración, sobre todo acondicionadores de aire y neveras. Porque es mucho más fácil explicar, exigir y controlar en empresas y establecimientos estatales que se desplace el empleo de estos medios del horario pico (excepto aquellos que respaldan sistemas tecnológicos), que los que puedan regularse enfríen a 24 grados Celsius, y no a menos temperatura, y velar por la hermeticidad del local donde se ubica el equipo, además de evitar la incidencia del sol mediante el empleo de cortinas u otras variantes, que tocar a la puerta de las conciencias para que, en la casa donde más se gasta, se haga, al menos, algo parecido y para bien de todos.

Como reflexionaba, recientemente, Miguel Díaz-Canel Bermúdez, Primer Secretario del Comité Central del Partido y Presidente de la República de Cuba “hay tareas que solo tienen resultados positivos cuando se asumen colectivamente”. Y, dentro de esas tareas, el ahorro en un país acosado y pobre, será siempre parte del día a día, solo que para que se haga efectivo, es necesario concentrar las acciones en esa otra parte del mapa avileño. Si se procede con inteligencia y se apela a la sensibilidad, si se incide sobre la subjetividad de los ciudadanos, esa otra parte también es gobernable.


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