Cuando el reto en unos cuantos lugares del país sigue siendo llegar cada mes a las 30 libras (lbs) per cápita de viandas, hortalizas y frutas, el municipio de Majagua, al suroeste de Ciego de Ávila, llegó en enero a la cifra de 30.1.
Ahí las cuentas están dando —después de una adecuada contratación, ratificación y distribución—, a juzgar por lo que comenta Yeinery Lazo Vega, comercial de la Unidad Empresarial de Base (UEB) Acopio de ese territorio.
“En diciembre la per cápita fue de 29.8 lbs, lo que, obviamente, depende de lo que haya para ofertar”, recuerda la joven. Acto seguido, Guadalupe Matos Hernández, directora de la UEB, precisa que “se necesitan 731 670 lbs en total para garantizar a cada uno de los 24 389 habitantes sus 15 lbs de viandas, 10 de hortalizas, dos de frutas y tres de granos”. Y es ahí donde se ve el “corre corre” del intermediario entre el campo y el mercado.
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Por encima de que los insumos escaseen y se encarezcan para los agricultores, y de que fenómenos meteorológicos o temperaturas no propicias se “traguen” el sacrificio de semanas, productores de 18 bases campesinas asociadas a la UEB majagüense —con varias de ellas ganaderas— ponen en naves de Acopio sus cosechas, que luego continúan su rumbo hacia las placitas y de ahí a las mesas, “lo que no quita alguna que otra presión por parte de la entidad a sus proveedores”. También a la cuenta va lo que las bases expenden en sus puntos de ventas y certifican.
Sin embargo, como en otros territorios, es necesario fortalecer la alianza de Acopio con los bancos, para alcanzar no solo una solvencia económica con las facilidades crediticias que posibilita el país, sino para viabilizar el pago en fecha a los productores, los que ven llegar tarde su dinero a las manos; o, lo que es lo mismo, al surco, donde otra necesaria inversión puede estar esperando.
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“Durante el mes anterior, las bases cooperaron y logramos un ligero sobrecumplimiento de lo planificado. De un ratificado por parte de los campesinos de 127.5 toneladas (t), entre viandas, hortalizas y frutas, se acopiaron 131.39 t”, manifiesta Matos Hernández. Todo parece indicar que febrero mantendrá el buen ritmo de trabajo, pues se ratificaron ya 170.3 t de productos, número que debe traducirse en un poco más de comida para el consumo social.
Este martes se vendieron hasta cinco libras de cebolla por cliente, a 20.00 pesos la libra, de 100 quintales del producto que entraron para distribuir entre los mercados y centros priorizados.
Para la comercialización, Majagua posee nueve placitas y 16 puntos donde se expenden alimentos de forma liberada en bodegas, por encontrarse esas poblaciones alejadas de aquellos primeros establecimientos, excepto en el Consejo Popular de Mamonal, hasta donde llegan solo las dietas, pues allí las bases campesinas debieran ocuparse directamente de la venta liberada a la comunidad. Pero, según la directora, “eso no se cumple”.
Sobre las dietas de alimentación, Lazo Vega añade que, en el municipio, existen 61 especiales, para personas con enfermedades crónicas, y 652 de 8 lbs de viandas, que se otorgan a algunos padecimientos y a embarazadas. Tan sensible propósito requiere, no obstante, de mayor prontitud, pues lo que debiera distribuirse en la primera quincena rebasa el día 20 del mes.
Otros de los tantos lugares que Acopio apoya, también muy sensibles, son los cuatro comedores del Sistema de Atención a la Familia existentes en Majagua. “Allí ponemos lo que sus administradores demanden, si tenemos el producto en ese momento. Vamos hasta tres veces por semana, aunque ellos tienen campesinos que tiran directo al establecimiento sus producciones. Han recibido de Acopio col, calabaza, yuca y guayaba.”
Y reitero la idea “otros de los tantos lugares”. Cuando en un mes se acopien 131.39 t de productos, como en enero, y eso se deba poner en toda la red de centros de Educación, Salud, Comercio y Gastronomía municipales, entre otros, de ningún modo se satisfará, al unísono, la demanda de todas las instituciones. Eso se alcanzaría si Majagua fuera capaz de producir al año las 4 000 t de productos que Acopio demanda —un promedio de 330 mensuales— y no poco más de 2 300, como en 2020.
“El llamado es a sembrar, producir y acopiar más, con énfasis en el programa de autoabastecimiento municipal, y llevar alimentos hacia los mercados agropecuarios”, concluye Guadalupe Matos Hernández, quien desde hace un año no deja un surco ni mostrador abandonados, siempre atenta a los destinos y la venta de las producciones. Sabe ella que esta es la cara de la Agricultura local que ve el pueblo, cada vez más exigente.
Toca a Guillermo Báez Ramos, técnico de Acopio en el Consejo Popular de Orlando González, visitar a las bases productivas, negociar con los campesinos la propia transportación de sus mercancías, la que se les paga, y evitar, de cierta manera, que se les “pierdan” los alimentos. Gracias a ese vínculo, a esa “presión”, permanecen en los mercados la calabaza, yuca, col, chopo, plátano, frutabomba, pepino, guayaba...
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Incluso, no se trata solo de dignificar los anaqueles y almacenes, sino también a los 63 trabajadores. Los estibadores de nave y dependientes de mercados, por ejemplo, vieron crecer su salario de 295.99 pesos a 2 530.00, a lo que, como estímulo, se añade el pago por horas extras (que es a 2.30 y 3.48 pesos por hora) y los ingresos a partir de las utilidades que se generen en la entidad.
Hasta las tablillas llegan, por estos días, los ajustes que buscan una estabilidad y justeza en los precios. Ante las quejas de la población por los valores de la libra de yuca y col, estos fueron rebajados a 3.00 pesos la libra, de 4.00 que costaban anteriormente.
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“Aún queda mucho por hacer para el funcionamiento efectivo de Acopio en Majagua”, coinciden tanto los entrevistados en la UEB como clientes. En la ampliación de las ofertas, mucho puede aportar un mayor encadenamiento con las mini y microindustrias, que permitan la venta de productos beneficiados.
Además, se precisa trabajar la agricultura urbana, suburbana y familiar, con el fin de intencionar esa contratación que abastece a las placitas de hortalizas frescas. Con tal propósito se labora en la comunidad de Orlando González, donde dos organopónicos deteriorados por años recuperan, poco a poco, su vitalidad.
No pocos expertos han señalado la importancia del desarrollo local como oportunidad que abarata costos, precisa de menos medios de transportación y, a la vez, protege los productos de malograrse por las manipulaciones. En ese camino estamos, pero no al paso requerido.