Ella es la heroína, el ejemplo a seguir por muchos de su edad y otros más longevos, lo suyo es al estilo de las más grandes
Hay quien salva vidas y no lo publica, quien hace un diagnóstico oportuno y su población lo agradece porque “guardó las pastillas para el momento más indicado”. Los hay buenos y malos en todas partes. Si es por hablar de alguien, puedo hablar de ella, que ha visto tantas muertes en las últimas semanas. Puedo hablar de ella porque la veo estremecerse, temblar, llorar e incluso llamarme solo para decir: “Me acaba de fallecer un paciente”.
Hablo de ella porque su dolor me duele al ver a sus colegas trabajar mal, incluso negarme la atención médica que en algún momento necesité, y ella, calmada, sin defender a la otra parte, supo explicarme cómo funcionan ciertos protocolos que a veces desconocemos. No justificó el mal trato, la despreocupación…, pero sus palabras me dieron aliento, esperanza y, sobre todo, la confianza, que a veces es lo único que necesitamos. Verla en acción, tan joven, tan segura de sí misma, me hace sentir un orgullo inexplicable.
Hay héroes anónimos, más de los que imaginamos. Pero… ¿Héroes? ¿Superpoderes? ¿Cosas sobrenaturales? No, no, hoy día los héroes son los que cumplen simplemente con su trabajo, los que no se niegan cuando los llaman un sábado a las seis de la tarde para avisarle que al día siguiente tiene una guardia de 24 horas; cuando un martes le llaman a las tres para irse hacia una comunidad aislada para tratar un brote de escabiosis.
También, cuando no se niega un jueves a las nueve de la noche si llaman para decir: “Mañana te vas para un centro de aislamiento, 15 días”; cuando te dejan solo en un cuerpo de guardia y te dicen que el oxígeno no alcanza para mañana y “no hay más, no tenemos esteroideos, ni respiradores disponibles, la ambulancia demora”, y demora.
Héroes deberían ser todos y entonces ella no sería noticia. Pero la dejadez es el cáncer y la peor pandemia que nos ataca; no de ahora, de hace años, ahora solo estamos irritados y se hacen notar más las cosas malas.
Ella es la heroína, el ejemplo a seguir por muchos de su edad y otros más longevos, lo suyo es al estilo de las más grandes. Pecaría si dijera que es una Mariana, porque prefiere el universo Marvel, ese lleno de fantasías y realidades que al final del día salvan y te dejan una lección humana lejos de cualquier conflicto ideológico. Para qué mentir, veo en ella a Wonderwoman, con su látigo, haciendo invisibles los peros, las adversidades y hasta su vida privada, si el deber la llama. Y, señores, ¡la llama!.
Ella no es de redes sociales ni de títulos, menos aún de vanagloriarse con resultados ajenos; muchas veces, por el contrario, sus acciones tributan a titulares con nombres desconocidos. Yo solo soy el viento, que pasó a mirarla hoy, mientras hacía test rápidos a pacientes que luego de la vacuna presentan síntomas.
Y estaba ahí, sentada, con un short, una playera rosa y su cubrebocas, con el corazón que no le cabe en el pecho, abierto, más que a la Patria, a la tierra a la que le debe quién es. Allá está, a estas horas, cumpliendo su servicio social, en un lugar intrincado como lo es Las Trozas, Majagua. Sin agua y sin corriente muchas veces —como muchos—, a cualquier hora, bajo cualquier circunstancia.
Allá no tiene televisor y muy poca cobertura telefónica. Cumple una misión y, aunque a veces se queja por sentirse estancada laboralmente, le da placer estar entre tanto marabú, cuidando de su pequeña y envejecida población. Aun cuando la sacan de imprevisto si la necesitan, siempre vuelve al monte, al lugar que la hizo la doctora que hoy admiro.
A todos los héroes que, como ella, pasan hambre, frío, calor, se pierden las cenas familiares, carecen de tiempo para escribir y enviar un “te extraño”, “no he parado”. A todos, sigan dejando el latir en el pueblo. Nosotros sabemos agradecer.