“Han pasado más de 15 días desde que di positivo, no deberías contagiarte”, me dijo en voz baja cuando le acerqué la grabadora. Quizá fue para darme ánimos o por una especie de camaradería al verme con la careta empañada, el juego de pijamas raído, la sobrebata, dos nasobucos, los pies y la cabeza protegidos.
Posiblemente, su tono débil se deba al daño en los pulmones por las secuelas de la COVID-19, al punto que al lado de su cama la acompaña un botellón de oxígeno para auxiliarse de ser necesario.
Elena Díaz Martínez está aislada en el politécnico Ramón Paz Borroto, del municipio de Venezuela, que hoy funge como centro de asistencia médica para atender a pacientes confirmados al SARS-CoV-2, o a aquellos con sintomatologías sugestivas a la enfermedad. Sin embargo, la institución no ha sido bien vista por sus condiciones higiénicas, demoras en la entrega de resultados de PCR y la insuficiente cobertura de medicamentos e insumos, según los estados de opinión vía Portal del Ciudadano, redes sociales en Internet, comentarios en sitios web de medios de prensa y llamadas telefónicas.
Y también en las áreas de Atención Primaria de Salud del sureño territorio se aprecian irregularidades: recogida tardía de los pacientes que presentan síntomas, no seguimiento a otros con ingreso domiciliario, escasez de medicamentos y cobertura médica, y pérdida de los resultados de los PCR, a juzgar por lo que manifiestan las personas por distintos canales.
No obstante, Elena se mantuvo durante más de 15 días y apreció un ambiente más bien positivo: “Tenemos muy buena atención y a toda hora, tanto del médico como de la enfermera. La limpieza se mantiene, el personal relacionado con la alimentación se esmera. Es algo fluido, y todos se esfuerzan por ayudarnos. ¿Qué te puedo decir?”, respondió dulce y llena de gratitud.
Pero, la vida y el periodismo han demostrado que la matriz de opinión sobre un mismo tema varía de acuerdo con la subjetividad de cada persona y, por tanto, hay que atar cabos a través de varias y diversas vivencias.
“Mi esposo y yo somos de Jagüeyal. Desde allá nos remitieron rápidamente hacia aquí y hemos tenido un buen trato. La alimentación ha sido bastante buena. No tenemos quejas”, expresó María Eusebia Rodríguez González, quien esperaba el transporte para irse de alta clínica, después de 11 días.
Por segunda ocasión Camilo Cabrera Sierralta llegaba a este centro de Salud, pues una neumonía lo había complicado. En el momento de la entrevista llevaba 12 días allí, ahora con un tratamiento de ampicillin que le hacía muy bien a sus pulmones.
“Me siento en perfecto estado y pienso irme de alta pronto; pero bueno, eso lo decide el team médico. He recibido excelentes atenciones, en especial del grupo de médicos que viene de otras provincias”, dijo.
Cuando ya iba a salir de Zona Roja me llamó Gilberto Arias Meriño: “Quiero transmitir mis más sinceros respetos a todo el personal que trabaja aquí por la dedicación y profesionalidad con que asumen su quehacer diario. Todos han tenido una actitud muy bonita, incluso, arriesgando sus vidas, para atendernos. Siempre nos dicen “buenos días”, “¿cómo están?”, “¿qué necesitan?” y eso es digno de admirar.
En el poco tiempo que el estomatólogo Asnel Taño Clemente lleva como director de la institución, desde el 4 de febrero, las vivencias han sido grandes. Obstáculos e iniciativas de todo tipo para optimizar la atención son pan nuestro de cada día.
“Han sido seis meses intensos, porque aunque acogemos a los pacientes de riesgo moderado, llegan con un estado complicado y una alta sintomatología. Incluso, varios de ellos se han puesto graves.
“Es cierto que al principio tuvimos problemas organizativos, falta de personal médico, escasez de medicamentos, oxígeno medicinal, y dificultad con la red hidrosanitaria, que nos llevó a cerrar un dormitorio completo. Pero, estos inconvenientes se han ido solucionando, y hoy podemos decir que estamos en mejores condiciones para enfrentar la enfermedad”, expresó.
La mejoría a la que se refiere el galeno se debe en gran medida a un grupo de acciones que se desarrollan en la provincia desde el pasado mes, entre ellas, el apoyo de un grupo de colaboradores de otras regiones del país.
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Precisamente, de esa tropa es el holguinero Freddy Hernández Ramírez, especialista en primer grado en Medicina General Integral, quien no ha podido regresar a su casa en mucho tiempo. Después de 12 meses de misión en Venezuela, acudió directamente a Matanzas para bajar los indicadores, y ahora está en tierra avileña.
“Este no es un centro que cuente con las condiciones necesarias para atender a pacientes graves. Pero sabemos de la gran incidencia del virus y la gran positividad que hay en Ciego de Ávila, lo cual hace que no existan muchas capacidades. Por tanto, hacemos todo lo posible por estabilizarlos, y coordinar urgentemente con los hospitales para que sean trasladados.
“Hemos tratado de garantizarles las mejores atenciones, de manera particular, a aquellos que tienen enfermedades descompensadas de base como la hipertensión o la diabetes. Pero, es una realidad que a veces no contamos con esos medicamentos, porque se priorizan los antibióticos.
“No obstante, con la asignación de medicinas que se nos ha dado en los últimos días, hemos podido apreciar una mayor estabilidad de los pacientes”, agregó.
Doctor Freddy Hernández Ramírez, especialista en primer grado en Medicina General Integral
Mientras, en la sala respiratoria de la policlínica Juan Olimpio Varcárcel del municipio, se ajustaba el trabajo a un diagnóstico oportuno y correcta clasificación. Temas muy debatidos en recientes reuniones del Grupo Temporal de Trabajo de Enfrentamiento y Control a la COVID-19 en ese territorio.
Aunque no estaba abarrotada, sí había una gran afluencia de personal que drenaba hacia las instalaciones del Ramón Paz Borroto.
“Las 82 capacidades se mantienen llenas, y si bien tenemos un promedio de 15 altas diarias, llegan pacientes constantemente y solo tenemos dos o tres horas para fumigar las camas y desinfectar el local”, señala Asnel Taño Clemente.
Desde luego, la disposición de dormitorios o separación de literas que hoy tiene este politécnico —incluso, la mayoría de las escuelas de la provincia— no fueron concebidas para este tipo de contingencia sanitaria. Si a ello se le suma el enfrentamiento a la pandemia por casi un año y medio, que es proporcional al desgaste del personal de la Salud y el gasto de cuantiosos recursos económicos, podría llegarse a la conclusión de que este pico pandémico puso a todos en jaque.
En el centro de atención a pacientes positivos a la COVID-19 del sureño municipio quedan secuelas. Un sabor de que pudieron (pueden) hacerse mejor las cosas queda en los pasillos, en las habitaciones…Pero no da tiempo a lamerse las heridas, la lucha por la vida no da tregua.