Puertas adentro

Fenómenos como los que se viven actualmente ponen a prueba, cada vez más, el alcance del escenario familiar y determinan su influencia en la formación de sus integrantes. Por eso, en el proceso de transmisión —autóctona e ilimitada— de valores, es necesario analizar qué y cómo se “negocia” dentro del núcleo parental.

El cubano se caracteriza por su multiplicidad de ideas acerca de aquello que se considera justo o injusto, bueno o malo, correcto e incorrecto. Y es que por estos días, trancados en la casa, algunas proles desatienden sensibilidades específicas en niños y abuelitos, las que, con cierto estrés, se vulneran y arrugan más.

¿Es justo, bueno o correcto frustrar un “rejuvenecimiento” o impedir “atrasar” el reloj biológico en los abuelitos al no escucharles ahora que, con suficiente tiempo, más cerca los tenemos y queremos? A una parte de ellos el aislamiento social les suena indiferente, pero ¿quién justifica el aislamiento familiar, en su dinámica interna?

La vejez no puede ser considerada el punto más bajo del ciclo de la vida. Más lamentable resulta ver al o a la “mandamás del hogar” dejar al hijo quitarle la novela a la abuela, mandar a apagar o bajar el volumen de la radio que tanto informa al abuelo o molestarse con el ruido de la máquina de coser mientras se reposa un mediodía.

El #Quédateencasa nos pone 24 horas cara a cara, entre cuatro paredes, mientras exige revisión de las representaciones con las que convivimos, en tiempos de “luchar” la vida, y en cuyo ámbito o red intergeneracional cada sujeto defiende su posición.

En efecto, el ambiente familiar condiciona la adaptación de cada individuo a las circunstancias, por lo que si el reclamo era potenciar el vínculo hogar-escuela, ¡hoy el hogar es la escuela!; y del tipo de interacción (in)formativa que se establezca en ella, “quietos en base”, dependerá el día después de ida la tormenta para todos.

Es meritorio acompañar a los alumnos en la programación docente televisiva, en la que objetivos y contenidos previstos a vencer en la etapa son orientados por tele-profesores, y estimular a la abuelita que, por encima de dolerle los huesos o tener los nervios de punta, acelera su máquina de coser Singer para hacer nasobucos.

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Preservemos la cohesión al interior de la vivienda, en la que no mellen marcadas diferencias o distancias con respecto a los puntos de vistas de sus integrantes, si bien se sabe que cada vez aumenta más la convivencia entre distintas generaciones y la casa, en esa dinámica, tiene ante sí el reto de convertirse en un espacio que combine “lo nuevo y lo viejo” y sea un “muro de contención” para las frustraciones y tensiones que se derivan de la cotidianeidad.

Lo cierto es que también estaríamos en un error si pensáramos que lo dicho se puede reducir solo a los malos ejemplos y la concepción de un “antimodelo”, proporcionado por tantas dificultades en los padres para transmitir de forma coherente los valores sociales.

Trascender la realidad o transformarla, en primer lugar, depende de consumar el cambio de pensamiento puertas adentro, que viene de mucho antes que el virus y exige el convincente lenguaje de los hechos. Se trata de que las familias de hoy, con el concurso de sus miembros, tengan un compromiso con su futuro.


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