Homosexualidad en telenovelas: Entre brasas y leña

El joven subió a la guagua. Su facha activó las imprudencias de otras personas; por supuesto, lejos de él y cerca de mí. “¡Mire eso!, qué cosa más ridícula”, dijo una señora a su compañera de viaje, quien no tardó en responder: “Qué van a aprender esos chiquillos si en las novelas brasileñas ponen tres o cuatro mariquitas”.

Dicho así, deduzco que la forma de presentar la homosexualidad, desde la visión de Brasil —con Rede Globo—, genera cierta inquietud en parte de la teleaudiencia criolla, eminentemente machista y homófoba, que aprecia a través de la pantalla chica, en horario estelar, homosexuales como villanos o caricaturas, los que también existen en Cuba, pero no alcanzan igual grado de visibilización en creaciones locales, salvo en el cine.

Cada vez son más frecuentes estos personajes, casi siempre masculinos, envueltos en continuos entramados dramatúrgicos que buscan contar a los de aquí historias de “conquistas” de los de allá, mediante conflictos de la sociedad en la cual se inscriben. Ellos, sin embargo, muestran realidades que son tabúes en varias sociedades latinas.

Más allá del suceso de la guagua, una vecina me comentó: “¿recuerdas el patético amaneramiento del Teo Pereira, de Imperio? Era ese un homosexual lleno de vicios y periodista bufo”. Igualmente, recordamos a Claudio, de la misma telenovela, debatido entre su esposa fiel y el amante varón.

Repasamos, además, Rastros de mentiras. Allí apareció Félix, Niko y Eron; aunque, el caldo de cultivo de la opinión entre cubanos fue, sin dudas, Félix, un ser maquiavélico que buscó eliminar a su hermana Paloma, e hijo de César, padre avergonzado y machista.

Luego apareció Cordoaldo Valerio, en Fina estampa, un gay caricaturesco, con derecho a corbatín, tupé y perritas maltesas. “Cró” y sus peleas con el bruto Baltazar entretuvieron al público. Según cuenta Aguinaldo Silva, autor del personaje, sufrió agresiones por parte de homosexuales, pues estos consideraban que se transmitía una imagen nociva de la comunidad LGBTI+

Hoy aparece en pantalla El otro lado del paraíso, con Samuel, otro perfil, lejos del típico gay afeminado, aunque su vida, como muchas otras, se reduce a los martirios del momento en que el ser homosexual se define como tal ante su familia y los demás. Eso sí, siempre al final queda espacio, incluso, para una historia de amor.

Esta telenovela pone al de aquí frente a complejas tramas que muestran, en un solo “paquete”, al machismo, la discriminación de las personas con enanismo, el racismo, la homofobia, pedofilia, prostitución, corrupción, violencia de género…, males que bien merecen otras escrituras y hasta lecturas, sin que dicho así parezca un llamado a la exclusión.

Me refiero, por ejemplo, a que los personajes homosexuales puedan reflejar que los tiempos (también allá) voltean sus hojas y que la identidad no cabe en una interpretación amanerada, cursi y graciosa, que apenas muestra rutas hacia el cambio en materia de aceptación (donde sea), con nimia profundidad, como si la sexualidad fuera lo que define la personalidad de la gente (en cualquier lugar del mundo).

Quizás, como espectador, pueda sugerir al Instituto Cubano de Radio y Televisión (ICRT), una mejor yuxtaposición de las creaciones brasileñas, pues las últimas elecciones se convierten en factores disonantes dentro de una dinámica social heterosexual. El público conoce de la diversidad dentro de la diversidad y, más que eso, precisa verla en pantalla.

En El otro lado… aparecerá, de nuevo, una escena en la que dos hombres se besan, como aquella entre Félix y Niko, en Rastros de mentiras, hechos que, por lo que he vivido, desploman los niveles de audiencia en el barrio. Así, entre brasas y leña, quisiera saber qué dirán las señoras de la guagua cuando la vean.


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