Amor de avileños que se multiplica desde plazas hogareñas

Cuba vive la celebración más atípica de un 1ro de Mayo, con las calles vacías y millones de corazones unidos en el afán de cuidarnos y vencer la Covid-19

Mi vecino Pepe aseguraba anoche que este 1ro de Mayo sí dormiría la mañana, a diferencia de otros años, cuando siempre le correspondía madrugar, más cuando vivía por la Loma de la Carolina y desfilaba en Ciego de Ávila.

Pero el hecho de prolongar un poco el sueño no significaba ausencia de la celebración principal. La prueba la dio el café, que destilaba el aroma desde su casa pasadas las 6:00 de la mañana, y cuando el sol regalaba sus primeros rayos, con su habitual jocosidad criolla ya le vociferaba a mi viejo para que se levantara, porque “¡A las 8:00 hay que cantar el himno!”

En verdad amanece raro este primer día del quinto mes del año con respecto a jornadas similares, cuando el pueblo llenaba las calles con un regocijo similar al de un carnaval, la explosividad de miles de congas y el colorido de las multitudes, alborozadas por sus conquistas y dotadas del poder transformador emanado de Fidel, quien en esta fecha, dos décadas atrás, nos invitó, por siempre, a tener sentido del momento histórico, a cambiar todo lo que deba ser cambiado, a predicar con el ejemplo y la verdad.

Avanza la mañana y el Astro Rey despierta a Fabiana, una de las niñas más entusiastas de mi cuadra. Se viste rápido y desayuna para mostrar la bandera que coloreó junto a sus padres Yanelys y Jorgito.

El vecindario abre ventanas y puertas. Aparece un radio con la emisora que ayudará a coordinar el canto unido. Abundan los buenos días con atrofiados sonidos por los nasobucos, pero los ojos resplandecen.

A lo lejos, en los edificios, donde el sonido se propaga con más intensidad, las personas despliegan banderas y salen a los balcones con ropas de blanco color para honrar a los que salvan vidas en la primera línea contra la Covid-19.

Llega la hora establecida y la historia se estremece con millones cantando la marcha más guerrera de Cuba.

A pesar de las distancias entre sus vecinos, Ciego de Ávila vive un gran día, pese a la “confabulación” de una pandemia y ciertos personajes ególatras y de infinitas ambiciones que pretenden destruir el mundo.

“Por Cuba, unidos venceremos” dice un cartel desde el portal de una vivienda, también se lee “Es tiempo de solidaridad y paz”, “Cuba solidaria con el mundo” y “Trabajadores cubanos, orgullosos por la obra”.

Diferente a las habituales por la falta de desfiles, la jornada alegra corazones y entrega apoyo a quienes sufren, desde su plaza hogareña el pueblo multiplica amores y la convicción de que podremos volver a la normalidad a partir de la disciplina, la voluntad, el trabajo y algo fundamental durante un buen periodo, el distanciamiento, que para nada significa dejarnos de querer.