Llegar a viejo

Es esto lo que muchos deseamos. Es una bendición, creemos algunos, otros lo ven como un regalo de la vida y por eso aquello que reza: “Dichoso el que llega a viejo”.

Y es verdad, ¡qué gracia suprema recibimos si alcanzamos la longevidad!, aunque ello implique tener pérdidas irreparables de seres amantísimos y lidiar con dolores del cuerpo y del espíritu, propios del irremediable desgaste que camina junto a las manecillas del reloj.

Deseaba 90 años para mi padre, lo deseaba tanto; en cambio él decía que si yo pensaba que quedaría para semilla, y nos reíamos los dos, y le repetía entonces: “Anda, papi, júramelo”; y él juraba aun sabiendo que no era quien podía cumplirme ese deseo.

Envejecer trae algunos sinsabores; escuchar a los más ancianos manifestar un vacío que los aqueja es muy común. Sienten, algunos, que no merecen el trabajo que les hacen pasar a los hijos y otros parientes; sienten un cansancio que, a veces, más que del cuerpo es de su alma. Un desaliento que no siempre pueden disimular.

Para algunos envejecer es solo la sucesión de días, que no está en sus manos frenar; sin embargo, para muchos es un gran tesoro que agradecen y que quieren conservar como si fueran exquisitas obras de arte antiquísimas. Y entonces se lanzan al nuevo ruedo y que venga lo que sea con tal de seguir el camino de la vida, que es uno y nos lleva siempre hasta el final; únicamente nos toca decidir si hacer de ese momento un martirio o una perenne fiesta.

Mi amigo Víctor envejece con gracia y, aunque es lo que una llamaría un hombre sin edad, su reloj camina como el de todos, pero lo hace diferente; él lleva las riendas de esos cientos y miles de segundos, él sabe cómo dominar la idea más mínima que lo aparte del camino hacia una vejez llena de belleza; llevarlo con gracia es una de las claves y no es fácil, nadie dice que lo sea.

Les ofrezco estos fragmentos que mi amigo encontró en alguna parte; y como un regalo se los lanzo a nuestro mar de emociones y sentimientos de los cuales aprenderemos cada día.

Envejecer con gracia

Hay que saber saludar a la nueva piel, a las arrugas, a los nuevos ojos.
Es preciso hacer la paz con las articulaciones, con las arterias, con los cabellos blancos, con el aliento más corto.
Hay que reinventarse de nuevo, y amarse en una nueva era, seguir siendo curiosos, reír, soñar.
Hay que cultivar la humildad, acordarse de equivocar el camino, y volver y cantar y saludar a los miedos, y desnudarse con orgullo.
Envejecer como el vino perfumado, haciendo disfrutar el paladar. No es fácil envejecer, es cierto, pero la alternativa sería morir y YO todavía tengo muchas cosas que aprender, tengo por qué y por quiénes luchar, ayudar, amar y disfrutar con mi familia y amigos.


Comentarios  
# Alejandro Chang Hernández 09-12-2022 12:05
La vida es un viaje inédito donde cada etapa es única y maravillosa si la sabemos valorar y disfrutar plenamente.
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