Yunier y Mayeline tienen una familia hermosa que este año enfrentó en Morón (Ciego de Ávila) el reto de una pandemia y una separación. De su valentía, memorias y aprendizajes va esta entrevista.
Lo primero que dice Mayeline Mayea, después de los saludos y las charlas comunes sobre el clima, los precios y la pandemia, es que pasar la COVID-19 es algo que ella no le desea a nadie.
Aquel lunes en que su esposo Yunier Sánchez, trabajador de Radio Morón, llegó de la emisora sintiéndose mal, tras una mañana en la que no se quitó nunca el nasobuco ni aceptó de nadie ni un trago de café, ella se asustó.
"Pedí permiso en el trabajo —en la farmacia del policlínico Norte de Morón— y vine para acompañar a Yuni a hacerse el test rápido. Por casualidad, ese día fue en el que movieron la consulta de las infecciones respiratorias aguas (IRA) para el policlínico Sur, y tuvimos que esperar hasta por la tarde."
Sin saber si efectivamente fue él quien trajo el virus a casa, o de dónde, ellos suponen que haya sido en ese momento en que ella se contagió. “Yo recuerdo que él, además del catarro, me decía que no podía cerrar bien las manos, que había perdido la fuerza en ellas. Entonces yo lo ayudé a vestirse y esas cosas. Me pegué mucho a él.”
Yunier recuerda que era exactamente 26 de enero y que su test dio positivo. Hasta por la noche estuvo esperando en el policlínico, con la mochila preparada, que lo llevaran para el centro de aislamiento de la Universidad de Ciego de Ávila.
Maye y las niñas (Daniela, de 17, y Dailena, de 11) se encerraron en casa, con nasobuco. “Daniela fue la única que pudo hacerse el test rápido en ese momento, porque tenía síntomas respiratorios, pero dio negativo”, dice Mayeline.
Yunier demoró cerca de tres días en confirmarse como positivo, y, para ese entonces, ya Mayeline y Dailena tenían síntomas.
“Aquello no era como un catarro normal. Yo me sentía con mucho dolor en las articulaciones, con decaimiento. Pero lo que más me preocupó fue cuando la niña tuvo fiebre”. Dailena era la mayor preocupación hasta de los amigos de la familia, porque sus enfermedades del tracto digestivo la hacen una niña inmunodeprimida.
“Todo el mundo me decía que esperara por el protocolo, que tenían que venir a buscarla. La doctora del consultorio y la delegada hicieron miles de llamadas. Pero yo no pude esperar más y al segundo día de los síntomas me la llevé para el hospital. Por suerte nos ingresaron allí mismo, en la sala de sospechosos.”
Dailena acababa de pasar su cumpleaños. “Imagínate, nosotros teníamos planeada la fiesta para la familia, y gracias a los amigos de nosotros fue que pudimos celebrar el 28. Nosotras tres y su abuela, aquí, solas. Ella se divirtió cantidad. Y tuvo cake, fotos, globos y videos. Pero le faltaba su papá”.
Ya en el hospital, Mayeline se confirma positiva antes que la niña. Daniela seguía en casa con un PCR negativo. “Yo tuve que irme para el centro de aislamiento de Ciencias Médicas, donde estaba Yuni, porque no podía estar enferma en una sala llena de niños. Y mi suegra, que es asmática y padece hasta de angina de pecho, fue quien se quedó con Dailena”.
A Mayeline y a Yunier, ni perder el olfato (que según ella es lo más desagradable) o el gusto, ni los dolores de cabeza que les daba el interferón, se les comparaba con la preocupación por las niñas.
Cuando a Dailena la trasladan para Camagüey, como dictaba el protocolo con los niños, le descubren un reforzamiento en los pulmones que la tendría diez días ingresada, con antibióticos. Hasta el momento, había sido asintomática.
“Allá les hacían pruebas y placas de tórax cada dos días. Y descubrieron que mi suegra también tenía los pulmones afectados, por los baños de agua fría que se daba aquí para desinfectarse.”
Ya los dos estaban de alta en la casa cuando Dailena llegó. Cuando hablan de las secuelas, él dice que no se siente nada. Pero que Mayeline quizás necesite un mejor seguimiento.
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"Me quedé cansada. Me canso muy fácil. Ya no puedo ni limpiar la casa yo sola. Y con mucha inapetencia", dice ella. Yunier recuerda entonces que los primeros días en la casa él tenía mucha tos. "Mayeline estaba como fatigada. Un día me asusté y hablamos con la doctora del consultorio. Cuando la vieron en el hospital, le hicieron una placa y le encontraron que tenía daños en los pulmones".
Entonces ella piensa en lo bueno que fue, aunque le doliera, que se llevaran a la niña para Camagüey. "En el momento yo me puse muy mal. Me dieron dolores en el pecho y todo. Pero ahora pienso que, si se hubiera quedado aquí, a lo mejor no le hubieran tratado los pulmones porque ella estaba asintomática, y le hubiera pasado como a mí”.
De esa secuela se recuperó con el tiempo. Porque solo pudo tomar algunas pastillas que alguien le regaló. Sin embargo, a Dailena el virus le dejó huellas más profundas.
“Al principio se quedó con mucho miedo. Si veía pasar a Alguien vestido de verde como el personal sanitario, salía corriendo a esconderse. No quería que vinieran visitas ni que tocaran la reja del portal. Todavía no puede ni escuchar la palabra positivo”, cuenta Mayeline.
La llegada de Dailena fue una fiesta. La esperaron con globos y con sus juguetes preferidos. Los vecinos la esperaron desde sus puertas.
Amanda
Dos meses después, todavía hay un cartel en la ventana que dice: "Yo soy Dailena, la niña de esta casa. Si me quieres cuidar no visites mi casa, por favor". Y da las gracias entre un virus con cara de malo y un emoji con nasobuco.
Al final las familias salen juntas de todo. Los niños salen más sabios.
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