Si a cualquier moronense le preguntaran cómo vivió la ciudad el 2020, pensarían en colas, desinfectante y niños en la casa. Y, a juzgar por los titulares que incluyen la palabra Morón, la descripción sería adecuada.
• En fotos, un día de abril cualquiera en la ciudad.
El municipio fue uno de los más complejos durante el primer brote del virus en Ciego de Ávila, con la cuarentena de más larga duración hasta el momento, que tuvo lugar en el consejo popular Turiguanó.
La falta de severidad en las medidas allí, que no pudieron garantizar que la gente permaneciera en casa con sus necesidades cubiertas, provocó que las decenas de casos confirmados complicaran la situación del territorio.
Pero con la pandemia no todo fue mala noticia, porque a inicios de octubre un Laboratorio de Biología Molecular vino a despejar dudas y a apoyar la labor de un hospital que fue también la zona roja de todos los sospechosos asintomáticos y vulnerables de la provincia.
A propósito, un estudio coordinado por el Centro de Inmunología Molecular fue desarrollado por el especialista moronense Javier Angulo González, quien ayudó a desentrañar nuevas indicaciones para un medicamento cubano, en bien del protocolo de tratamiento de la COVID-19 y otros pacientes con enfermedades respiratorias.
En lo económico, aunque los gastos generados por la pandemia obligaron a planificar de manera más austera el presupuesto municipal, y abastecer equitativamente a los consejos populares fue un reto solo parcialmente resuelto, la ciudad aprobó los cuatro primeros proyectos de desarrollo local que se proponen dar resultados a partir de 2021.
La producción de alimentos, el rescate de espacios de naturaleza para el turismo ecológico y el impulso de pequeñas iniciativas privadas fueron principios rectorados desde la observancia del bien común.
Entre los estragos a la economía, habrá que contar a los miles de trabajadores del Turismo que debieron asumir nuevas responsabilidades ante el cierre de los hoteles, y que con su reapertura redoblaron esfuerzos.
La llegada de los primeros clientes extranjeros tras la reapertura fue noticia esperada, por la recuperación del sector y varias economías domésticas.
Los niños y jóvenes tuvieron que estudiar desde casa, y para los de duodécimo grado la preparación de ingreso a la educación superior fue aliviada en tensiones por iniciativas como la de la profesora de historia Yamila Ferrá Gómez, con un uso constructivo de la tecnología.
A pesar del "apagón cultural" que impidió celebrar la feria del libro o el festival Jazz Centro, la cultura comunitaria tuvo el protagonismo de jóvenes como los del Circo Haliom, que transformaron los jardines de edificios en trapecio improvisado; los creadores literarios y musicales premiados por los concursos Corazón de Poeta y Silencio Azul, o la Distinción Caonabo.
Un buen año tuvieron, sin dudas, el joven malabarista Jean Pablo González Traba, el radialista Arquímedes Romo Pérez, la escritura fantástica de Claudette Betancourt Cruz, el respetable sonero Andrés Hernández Font, el master chef Águedo González Leal y las mujeres estrellas del conjunto Famn Zetwal.
El resto del recuento tendría que contemplar la suerte compartida con demás avileños y cubanos, y los retos que se propone el país. Eso todavía no es historia.