Si se fuera a medir por los números de una semana, la cuarentena en Morón tuvo algún éxito, porque el pico del domingo 7 de febrero ha quedado atrás, y los gráficos mostrados por el grupo científico de enfrentamiento a la COVID-19 al Consejo de Defensa son halagüeños.
Pero se sabe que con el virus se puede pecar de ingenuo (cosa que demuestra que, de a pocos, todos los días hay diagnósticos), y más mientras los casos activos sean varias decenas. A una semana de que la ciudad de Morón se declarara en cuarentena la palabra se mide en cuestiones de abastecimiento, personas en las calles, atención a los más vulnerables y conteos de casos.
Nada tiene que ver con el confinamiento del Consejo Popular Turiguanó bajo la primera ola de la pandemia, porque en esta ocasión resultaría insostenible mantener a 70 000 habitantes dentro de sus casas, sin salir a trabajar o a comprar la comida del día.
Por eso Invasor se propone una suerte de historia clínica de una ciudad a la que la pandemia aún no ha dado el jaque mate, pero que, igualmente, tiene la defensa complicada, si le acechan, en este minuto, 42 focos.
De eso habla Norman Gutiérrez Villa, director municipal de Higiene y Epidemiología, sin sobresaltos, como curado de espanto tras casi un año en que ha capitaneado algunos de los eventos más complicados del país.
• Lea acerca de cómo estaban las cosas cuando la pandemia apenas despuntaba en Morón.
“Tenemos el virus diseminado por toda la ciudad, y por eso es que no existen barrios aislados, porque hay focos en todos los consejos populares.” Más de 100 casos activos y casi 500 desde que todo empezó matizan sus palabras, bien fundadas en los garabatos de la agenda que se actualizan día tras día.
En la Dirección Municipal de Salud se atiende desde las ventanas que dan al jardín, para evitar peligros. Se indica a los choferes de las guaguas las rutas por las que deben ir en busca de positivos o de pacientes de alta clínica, y una doctora repite tres veces que nadie puede montarse en la guagua sin sus encuestas epidemiológicas y todo el papeleo necesario.
Tanto cuidado halla sus causas en las realidades a las que apunta el doctor Norman: el territorio cuenta dos casos autóctonos por cada caso importado, y cuatro eventos institucionales ilustran el grado de dispersión; hay casos confirmados en el Hospital Provincial Roberto Rodríguez, en la unidad militar Ramón Paz Borroto, en la Unidad Constructora Militar de la cayería norte, y en el Hogar de Ancianos de la ciudad.
A pesar de la cuarentena, los trabajadores moronenses del Turismo continúan viajando a diario hacia la cayería y, ante la existencia de contagios, la directora de Salud, Belkys Chávez, alerta sobre la necesidad de que trabajen una vez más por turnos, en los que se garantice el aislamiento.
Hasta el Hogar de Ancianos llega Invasor en busca de respuestas, y encuentra una soga verde que rodea el enorme portal, cuya sombra hace que no le falten transeúntes.
• Invasor escribió sobre el tema.
“Tienes que dar la vuelta por el costado”, explica una trabajadora de la farmacia aledaña a la institución. Por “el costado” hay un portón metálico cerrado por una cadena con candado, y solo a algunos metros de distancia es que se atiende al personal de fuera. Apenas se ve a un par de ancianos tomando el aire y el ajetreo de las enfermeras.
“Allí se han enfermado tres trabajadores y nueve abuelitos”, declara más tarde la doctora Belkys Chávez. Afortunadamente, siete ya han sido dados de alta clínica, y los otros dos se reportan “de cuidado”. De la primera quincena de febrero, no quedan pacientes ingresados en Camagüey. Los últimos fueron los ancianos.
Y la noticia es doblemente buena, porque significa que a Camagüey solo llegan pacientes con peligro para su salud o comorbilidades peligrosas. El hospital y la extensión hecha en la Facultad de Ciencias Médicas albergan positivos de toda la provincia, sin embargo, los números no son elevados. Sin contar sospechosos y contactos, claro está.
No obstante, un solo foco puede complicar un municipio entero, y así se hizo constar en la reunión del Consejo de Defensa Municipal de este martes. En un día de solo tres casos, uno de ellos era el de una joven embarazada, contacto de una enfermera del Hogar de Ancianos, con siete contactos ella misma y un detalle a tener en cuenta: había tenido consulta el día 8 de febrero, lo cual pone “en el pico de la piragua” al médico, el técnico del ultrasonido y las demás gestantes que estaban ese día en la consulta.
Hasta una consulta médica puede ser un problema en medio de la COVID-19. Y lo sabe el Consejo Popular Patria o Muerte. Allí, además de contar con la Escuela de Formación para el Turismo, y con entidades tan importantes como la Fábrica de Refrigeración y Calderas de Rensol, viven no pocas personas a las que se les limita el acceso a la ciudad. Alegan necesitar turnos médicos, visitar a familiares vulnerables a la pandemia o comprar alimentos, reflejando algunos de los puntos flacos que la cuarentena tiene pendientes aún.
Al respecto, Radio Morón reportó en la mañana del miércoles 17 que se habían dispuesto medidas para que la población del Consejo Popular pudiera comprar la canasta básica en el lugar, y que el cobro de pensiones se efectuara por medio de mensajeros.
Del abastecimiento de alimentos habla también Amaury Musa Lara, presidente del Consejo de Defensa Municipal, y la reflexión se mueve hacia la inefectividad de llevar productos a la venta cuando no existe suficiente respaldo. Así fue el caso de 300 paquetes de galletas de sal vendidos en uno de los establecimientos de la cadena Ideal Mercados. A la postre, bien debe saberse que dejó más aglomeración que hogares abastecidos.
Entre los puntos donde mayores volúmenes de personas se concentran están también las tiendas de la canasta básica normada.
Otro es el caso de las tiendas Caribe, que asumen la venta por circunscripciones. La medida se nota en Los Balcones, que recién abre su mercado tras la recuperación de varios trabajadores contagiados.
“No se puede entrar”, advierte una de las trabajadoras frente a la mesa que bloquea la puerta y sostiene los pomos de líquidos desinfectantes. “Nada más estamos vendiendo productos por circunscripciones.” Y explica que ahora viene una persona por barrio y recoge toda la compra de sus vecinos. De ahí que la entrada de la tienda esté vacía.
A varios metros, todavía algunas personas tienen el valor (o la imprudencia) de sentarse en el parque Martí a conectarse a la Wifi, o en las aceras cuando las colas se demoran.
Mientras que, por suerte, es raro ver fuera a niños y embarazadas, la tríada que conforma a los vulnerables, a los que no se les debe permitir la salida a la calle, no está completa. Todavía a algún abuelo o abuela se les ve fuera, a pesar de que en casi todas partes hay un cartel que explicita no vender productos a mayores de 65 años.
En doble situación de vulnerabilidad, de salud y socioeconómica, se encuentran casi 300 asistenciados por el Sistema de Atención a La Familia. La unidad San Carlos, ubicada en la calle principal de la ciudad, es una de sus instituciones.
Allí hace las cuentas Orelvys Gómez Monterrubio, su administrador, detrás del concierto de olores y ruidos de la cocina. En pandemia las mesas del local están vacías y los pedidos se hacen en la puerta. Orelvis explica que de la mensajería se ocupan 25 trabajadores reubicados del INDER o de la propia Empresa de Comercio y Gastronomía. “Hay familias que siempre han venido a buscar la comida de los asistenciados, y a veces vienen ellos mismos.” En resumen, no mucho trabajo tendrán los mensajeros si, de 102 comensales, el promedio de los que asisten desde enero es de 50 o 60.
Fuera de las personas vulnerables, una vez que han cerrado las tiendas y los bancos, solo queda el tráfico que generan los trabajadores de vuelta a casa. Después del mediodía la ciudad ya no es el hormiguero de personas en busca de los mandados de la bodega o los plátanos que sacaron en el mercado.
Sucede también porque los niños están en casa, y necesitan, al menos, a un adulto por cada vivienda que se quede a supervisarlos, con excepción de los pequeños hijos de madres o padres de sectores imprescindibles, que se reagrupan actualmente en un solo círculo infantil.
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La vista no engaña, el talón de Aquiles de la cuarentena es la compra de alimentos. Cuando la jaba llega a casa con cualquier cosa, ya la ciudad es modelo de disciplina y comprensión.