Flores sobre papel

Entre las más sanas tradiciones cubanas de estas fechas estuvo regalar postales. Así lo recordamos este domingo que es también jornada de melancolías

Yo estaría en cuarto grado la primera vez que me tocó la altísima tarea de dedicar las postales del día de las madres. Me acuerdo de eso por estas fechas en que, de adulta, me ha tocado hacer el inventario que cada familia buena realiza siempre en mayo: mami, abuela, las tías, cuenta bien las postales, tu madrina, que no se te olvide, la maestra, tendré que darle un jaboncito…

En aquel entonces no era yo quien se preocupaba por hacer rendir un dinerito en regalos. Pero me tocaba, con las flores un poco cheas y mi letra poco legible, pero de niña buena, que cada madre alrededor de mi familia se sintiera valorada.

Y nada de “muchas felicidades” ni “te deseo (a veces con c) un día muy lindo”. No. Eso hasta lo decía la postal por la parte de adelante. Mi procedimiento era riguroso.

Me llevaba para la mesa la provisión de postales compradas a peso en la estación de correos, que nunca jamás caería en un buzón; seleccionaba a quién le tocaban las únicas (nadie podía tener la misma postal que mi mamá), las postales azules de las abuelas, a quién le daba postales iguales y con qué lapicero escribir.

Entonces empezaba el despliegue de adjetivos y frases cursis que, supongo, del puño y letra de una niña de nueve años lo parecían menos. Las comparaciones con soles y flores y planetas. Un mensaje único para cada una, seguido de los datos correctos de remitente y receptor, direcciones, algún error tachado y hasta corazones de tinta.

La postal de mi mamá era siempre la última y en mis pretensiones de escritora era ese el texto con la vara más alta. Y mis postales eran, junto con los fotomontajes con dibujos animados que pasaban a hacernos por la escuela, las primeras en la bolsa grande de recuerdos de su gaveta.

Hoy pondría muchas menos flores y mucho más de comprensión, de palmada al hombro, de “lo estás haciendo bien”, de “es duro, no te sientas mal por decirlo”, de abrazo. Hoy lo hago por SMS bien temprano, para que no me lo impida el exceso de tráfico en las líneas. O dejo audios de WhatsApp, o mando besos virtuales.

Pero si no tuviéramos megas y Correos de Cuba vendiera muchas postales, si no fuera 2023 y si imprimir tanto papel no fuese anti ecológico, y si no hubiese otra forma humana de decirle a todas esas muchachas que son la cosa que más vale la pena salvar en este mundo a veces tan sucio; yo iría gustosa, puerta por puerta, a dejar mi postal.


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