Dos caras de la percepción de riesgo en Ciego de Ávila

Cuba demuestra en la práctica que la COVID-19 puede contenerse, pero ese empeño tiene varios obstáculos aliados a la prolongación de la enfermedad.

Si bien los mayores peligros del SARS-CoV-2 “parecen” alejarse de Ciego de Ávila, ello no significa que esta terrible etapa haya pasado a la historia.

Apenas se han librado los capítulos iniciales, sin embargo, la vida continúa y la sociedad requiere tomar sus diversos rumbos, con los nuevos peligros incluidos.

Lo cierto es que con la entrada en vigor de la primera fase de recuperación post COVID-19 se nota un ambiente distinto, más relajado, con exceso de confianza.

En las calles se percibe resistencia al uso del nasobuco, no en todos los lugares se mantiene la exigencia por el lavado de las manos, el distanciamiento en las colas tiende a perderse y el deseo de salir casi es una generalidad.

• Imágenes de nuestro recorrido

Curioso resulta que la mayoría de la población sabe la manera correcta de actuar, no obstante, en la práctica, sea diferente. Un equipo de INVASOR salió al centro de la capital avileña el pasado miércoles, poco después del mediodía. Estas fueron nuestras vivencias.

• Ciego de Ávila inicia su retorno a la normalidad, lo cual no implica excesos de confianza 

Alegría por el reencuentro mostraban los juveniles rostros de varios estudiantes del Instituto Preuniversitario Vocacional de Ciencias Exactas Cándido González Morales.

Cuentan que no imaginaban unos meses tan aburridos como los que vivieron a partir de marzo, de ahí que decidieran reunirse y disfrutar del diálogo, las anécdotas y alguna bebida refrescante.

Daniela parecía la más sofocada del grupo luego de su viaje desde Jicotea hasta Ciego de Ávila en un camión incómodo y algo recargado de viajeros. Opina que muchos rechazan el nasobuco e incurren en indisciplinas.

Su amiga Irene afirma que “la dirección del país hace lo correcto, pero no todos cumplen lo establecido”; mientras Yolanda refiere que algunas personas “dan por sentado que todo terminó, mas eso no es así porque la enfermedad todavía no tiene cura y la gente no debe relajarse”.

Otra de las entrevistadas, Alisvette, muestra su satisfacción por el reencuentro con sus colegas de estudio, aunque le preocupa ver el bulevar lleno, con numerosas colas y sin la separación adecuada entre la concurrencia.

Un ambiente más sosegado se aprecia en el establecimiento El Rápido, ubicado en la intersección de las calles Honorato del Castillo y Libertad. En su entrada se mantienen los pomos para que los usuarios se laven las manos y una empleada que controla ese proceso.

jóvenesAlgunos no se percatan de que de la calle pueden llevar la enfermedad a la casa

Dariel Cardoso Pérez, contador en este local, afirma que redujeron la capacidad de 11 mesas a cuatro y mantienen el servicio de pedidos para llevar.

Una de los clientes, al momento de nuestra visita, Iliana Villavicencio Martínez, considera que “en la calle las indisciplinas están a la vista de todos. Las personas tienen conocimiento del peligro y no se protegen. En cuanto a las colas, en muchos casos, son los mismos, incluso, se hacen listas para cuando vendan determinado producto y se adoptan pocas medidas al respecto”.

En los bajos del edificio de 12 plantas, Víctor Evaristo Legón Cabrera, trabajador por cuenta propia, piensa que la Policía ha trabajado duro para evitar las aglomeraciones y ha sido testigo de la forma en que limitan la acción a los presuntos acaparadores, en cambio la irresponsabilidad todavía tiene mucha tela por donde cortar.

 bulevar

¡Exceso de confianza!

La falta de percepción de riesgo ha sido una constante durante el enfrentamiento a la COVID-19 en todo el país, tema valorado por dos jóvenes psicólogas, Sandra de las Mercedes Martínez Navarro e Ilianne Hernández Verdecia, especialistas del Departamento Provincial de Promoción de Salud y Prevención de Enfermedades.

Sandra considera que “muchas personas tienen la percepción de riesgo adecuada, pero las necesidades de primer orden y el cuidado de la familia hacen que salgan a la calle. En esos casos, por lo general, el comportamiento es correcto, con el uso de los medios de protección, el distanciamiento físico y la higiene de las manos.

“Otra parte no asume la actitud requerida, aun cuando tienen motivos similares para salir; en tanto otro grupo lo hace por manifestaciones psicológicas como la ansiedad, el estrés, lo difícil de la convivencia de muchas personas en algunos hogares y la necesidad de respirar otro aire.”

Su colega Ilianne aporta otra arista del fenómeno: “Con el conocimiento sobre la enfermedad, en varios casos, se genera el aumento en la falta de percepción de riesgo. La gente se confía más por la seguridad que ofrece el sistema de Salud cubano. El miedo no se aprecia en la población.”

 doctorasLas psicólogas Sandra e Irianne alegan por el cumplimiento de la responsabilidad social para evitar rebrotes

Ambas profesionales coinciden en que lo no calculado por quienes se confían es el peligro al cual someten a familiares, vecinos y compañeros de trabajo cuando una persona saludable se contagia y forma una cadena, cuyos eslabones más débiles (niños, ancianos y personas vulnerables por otros padecimientos) pueden tener un indeseado final.

Justo ahora debe asumir mayor relevancia la responsabilidad social y colectiva, que la Policía y los cuerpos de inspectores no cedan un ápice en el enfrentamiento a las indisciplinas, acción a la que deben sumarse los directivos de los centros laborales.

En definitiva, lo que se desea es cuidar la vida, preservar la integridad de la familia y demostrar las potencialidades de nuestra sociedad para asegurar el bienestar de sus ciudadanos, tarea sumamente difícil, y urgida de mucho trabajo preventivo acompañado por el control y el riguroso cumplimiento de lo establecido para que no existan fallos que cuesten pérdidas irreparables. 


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