A diferencia de lo que imaginaron miles de avileños, incluidas las principales autoridades políticas y gubernamentales del territorio y hasta especialistas en fenómenos atmosféricos, este mismo domingo 8 de noviembre la ciudad cabecera destilaba una sensación de normalidad climatológica, bien distinta y distante de lo que horas atrás presagiaba la proximidad de la tormenta tropical Eta.
A pesar de que ese evento impactó territorio nacional por el sur de la provincia de Ciego de Ávila y la atravesó directamente, hasta salir por los cayos donde se asienta el Polo Turístico Jardines del Rey, al norte, las lluvias habían “colgado guantes” en la tarde dominical, el sol bañaba de un color dorado a la ciudad, personas caminaban traquilamente por calles, avenidas y niños jugaban en espacios públicos.
Entre ellos está el David Ernesto Fajardo, quien junto a cuatro o cinco amiguitos del barrio desafiaban la humedad de la Plaza Camilo Cienfuegos para intentar jugadas tan espectaculares como las que hubieran realizado los peloteros cubanos escogidos para el finalmente pospuesto juego de las estrellas, en Santiago de Cuba.
Mejor así. Mejor que Eta no se haya excedido en daños, aun cuando muchas viviendas continúan sin servicio eléctrico y en otras queda la secuela del agua y de inundaciones cuyos perjuicios son evaluados.
Y mejor que, como muestran estas imágenes, se afiance cada vez más el uso del nasobuco, para que tampoco el SARS-CoV-2 continúe haciendo de las suyas dentro, o fuera, de la provincia.
Ya este avileño y su hijo no necesitan el paraguas que lleva recogido