Dailyn dejó a un lado, hace cerca de un mes, los tacones, collares, vestidos, abanicos… y los coloretes, para asumir el pesquisaje. Joaquín, su pareja de ocho años, desde hace también alrededor de un mes colgó su sombrero, guardó el pañuelo, la guayabera, los zapatos, el machete…, para atender a personas vulnerables ante la COVID-19. Y como ellos, dispersos por Majagua, unos cuantos trabajadores del sector de la Cultura.
Ella, con 21 años, sube y baja las escaleras de un edificio de 24 apartamentos, salvo alguna jornada en la que la voz le sustituye en el ascenso y las preguntas, enviadas en un grito, llegan al cuarto piso. Él, a sus 26 años, unas veces a pie y otras en bicicleta prestada, desde el distante barrio de Los Rusos hasta el centro de la localidad cabecera, busca lo que les expendan en la bodega, casilla, panadería, shopping… a nueve personas vulnerables, en cinco casas.
Y me detengo en Joaquín Lahera Morera, porque su sudor, sus madrugones, sus colas, sus ir y venir constantes, demuestran esos valores humanos que algunos más viejos osan dar por perdidos en los jóvenes. “Son tres casas con mayores de 60 años, una con una señora diabética y un niño encamado, de 12 años”, relata el instructor de artes plásticas en la Casa de la Cultura municipal La Edad de Oro.
“Les dejé mi número de teléfono por si se enteran de que algo llega, donde sea que les toque. Dependen de mí para comer. Me levanto a las 6:00 de la mañana, porque tres de esas personas cogen leche y el producto se despacha hasta las 8:00, y voy a tres casillas distintas a buscarlo. El pan sí es diario. No puedo permitir que pierdan sus alimentos, así camine bastante.”
Por su parte, Dailyn Luna Pérez, a cargo de la biblioteca de la misma Casa de la Cultura, puede decir con certezas que “nadie de los que observo ha presentado problemas de salud”, sentencia a la que solo se arriba cuando se realizan las pesquisas como se debe.
Sin embargo, la historia de ambos majagüenses enamorados de la cultura local, en su contribución al enfrentamiento a la pandemia, no se suscribe, únicamente, a este rebrote que vive Majagua desde el dos de enero pasado. Disposición es lo que ha sobrado.
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“Después de que estuvimos 42 días aislados en casa, en el anterior rebrote, fuimos mensajeros del Sistema de Atención a la Familia. Eran dos hogares, uno para cada uno, a los que se les buscaba el almuerzo y se les llevaba. Hicimos también guardia en el punto de control ubicado en la zona de Campo Hatuey”, rememora la muchacha.
Extrañan danzar con el reconocido Conjunto Artístico XX Aniversario. Dailyn suma cinco años como integrante, y Joaquín, siete. Ambos, parejas en la vida, en el baile y en la batalla contra esta enfermedad, han representado a Cuba en eventos internacionales presenciales y virtuales, en Costa Rica y Panamá, por ejemplo. Para los jóvenes artistas aficionados, todo pasará y los escenarios cimbrarán, otra vez y otra vez, con los ritmos tradicionales campesinos que no abandonan.
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Joaquín no ha dejado de dibujar, pues un día volverán los talleres, las exposiciones y las visitas a las escuelas. A esta práctica se suman los ejercicios físicos en contra del estrés, más allá de las caminatas que exige su encargo de ahora.
Este domingo, fecha en que el amor por la danza y los demás permanece a flor de piel, Dailyn sabe que su novio tiene que buscar el pan de nueve personas y Joaquín sabe que su novia debe pesquisar. Al menos uno de los dos no estará presente por un rato. Aunque al día le quedarán horas para vivir el 14 febrero, con las particularidades de una primera celebración —y ojalá la última— en tiempos de COVID-19.
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En algún tiempo, a lo Mario Benedetti, andarán por ahí locos de risa, ebrios de nada y pasearán sin prisa por las calles; eso sí, tomados de la mano, mejor dicho, del corazón. Por ahora, tratándose de la pandemia, aman en la misma dirección: uno al otro y a las personas.