Yeisel, un fruto más de la tierra que labra

En Majagua, un joven se empeña en aprovechar cada espacio cultivable y confiesa: “Ahora sé que me gusta más que cualquier cosa.”

Mientras seguidores del bienestar urbano le consideran una sana “sepultura”, él eligió las aves en una charca, los embrujos de la labranza y tocar con las manos cada estación del calendario. Prefirió la inquieta y aislada vida del campo, entre limas, balidos y relinchos.

Yeisel López Pupo, a sus 28 años, defiende “a machete alzado” la ruralidad y sus bondades. Alrededor de una década pendiente de la matica, el clima, la semilla…, le ha creado un compromiso con el proceso agrícola, que va más allá de Lázaro López, en el municipio avileño de Majagua.

“Estudié Informática, en Morón, y después estuve un curso en la Universidad de Ciego de Ávila, pero la dejé. Al principio mi papá decía ‛oye esto es duro’ y, al final, decidí probar. Ahora sé que me gusta más que cualquier cosa.”

Otro hijo de campesino que no teme a su herencia y la asume como proyecto de vida. El joven desoyó a no pocos que le querían hacer ver la campiña como un entorno del cual la mejor solución es, simplemente, salir.

“Esta tierra es de mi padre, pero él tiene 60 años y es diabético; asumo todo desde hace más de cinco años”, relata a pie de surco. En ese minuto, recuerdo a otro majagüense de campo que siempre señala: “el que nace pa’ maceta, no sale del pasillo”.

Yiti, como mejor se le conoce en la zona, se empeña en explotar cada espacio cultivable de sus 16.10 hectáreas. Ante los visitantes, se revelan, con excelente “rostro”, la yuca, el boniato, el plátano, la malanga, la mandarina y el limón; aunque, en planes inmediatos, está plantar una hectárea de calabaza y cinco y media de maíz.

No obstante, “el renglón fundamental de la finca es el tabaco, con una hectárea recogida, que espera en las cajas por la escogida de Tamarindo”.

Yeisel López Pupo

Según el joven, en medio del enfrentamiento a la COVID-19, “hay que ir más allá del tabaco y sembrar comida para el pueblo. Donde voy a cultivar tabaco el año que viene, ahora lo aprovecho para el maíz, junto con sus alrededores”.

De esta forma, el informático, que utiliza la Internet para descargar documentos y desterrar dudas, reconoce que “la necesidad es producir”; aunque manifiesta que, “actualmente, se mira el campo más porque hay pandemia, pero aportar es cuestión de siempre”.

“Podemos trabajar con bueyes en pedazos chiquitos y echarle cachaza a la malanga, pero no dejar de hacer, si se sabe que existen alternativas bilógicas.” El reto es que obstáculos con el suministro de semillas, combustible, fertilizantes y productos químicos, no echen por tierra los empeños e iniciativas.

El agricultor, apunta Yiti, tiene que ser persistente, pues todas las cosechas no resultan como se quiere; sin embargo, se pueden aplicar tecnologías eficaces, aprovechar los conocimientos y adelantos de la ciencia y la técnica… y ponerle corazón a la tarea.

Y así, en un recorrido por su propiedad, nos enseña el boniato por recoger, la yuca por extraer en unos meses, las maticas de mandarina y limón que custodian a otros cultivos… Habla de sus posturas traídas de Villa Clara o los gajitos de boniato (B2-2005 y BS-2006) que esparció en extensas hectáreas.

“Pertenezco a la junta directiva de la Cooperativa de Créditos y Servicios Reinaldo Maning, y poseo doble militancia, la de la Unión de Jóvenes Comunistas (UJC) y el Partido”, refiere con total sencillez esa persona que, tras tanto sudor derramado y desvelos incontables, puede ofrecer empleo a varios vecinos.

No se queja de la vinculación y comunicación de los directivos y funcionarios de la Asociación Nacional de Agricultores Pequeños y la UJC con su base productiva, lo que ha repercutido en una mejor atención de los jóvenes que integran el sector, colmados de no pocas dudas y expectativas.

Para Yeisel, pasar el 31 de diciembre fumigando el tabaco, es tan importante como hacerlo en familia. Es aquel pequeño que ayudaba a su padre, quien, sin “matarle” la creatividad, formó un hombre que sí sirve, porque su tierra sirve. Es, sin dudas, otro necesario fruto de esos que el campo brinda.

Cultivan en municipio avileño de Majagua necesarios alimentos


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