Aunque Ciego de Ávila continúa sobrecumpliendo los planes productivos, el huevo no tiene la presencia que desearían los habitantes del territorio.
Más allá de cuántas insatisfacciones podamos sentir en torno a un producto estratégico e indispensable en todo hogar: el huevo, estadísticas y resultados del país siguen aconsejando lo que recientemente sugirió, para toda Cuba, Néstor Bárbaro Hernández Martínez, secretario general del Sindicato Nacional de Trabajadores Agropecuarios, Forestales y Tabacaleros: mirar hacia los avicultores avileños, aprender de ellos.
Y, en efecto, si en todas las provincias la avicultura cumpliera sus planes productivos y Ciego de Ávila no tuviera que entregarle al país volúmenes apreciables en aras de un mejor balance nacional, aquí la situación del huevo sería mucho más favorable.
Pongamos un simple ejemplo: al cierre de 2018 Ciego registró diez millones de unidades por encima de los 100 millones que para el año le fijó el país. ¿A cuánto hubiera ascendido la cifra total en la nación, con un sobrecumplimiento similar en cada provincia?
El análisis, sin embargo, no puede quedar en la rigidez cuantitativa de planes que no siempre llegan, y a veces ni siquiera se acercan, a niveles capaces de responder a las necesidades alimentarias de la población y del consumo social, en general.
En el caso de Ciego de Ávila, el asunto parece cobrar, cada vez más, un carácter también cualitativo.
¿Por qué si en toda Cuba las gallinas que intervienen en ese proceso son iguales, el pienso también, los animales permanecen en jaulas y naves similares, tienen la misma garantía de agua, ciclos equivalentes…, otros no logran el rendimiento promedio de 307 huevos por ave que exhiben los trabajadores de la Unidad Empresarial de Base (UEB) Primero de Enero, o los 273 con que la empresa coronó diciembre del pasado año?
Consciente de lo que ocurre en las diecisiete UEB de la provincia (ocho de ellas específicamente para gallinas ponedoras), la joven diputada Leyda Martínez Arnaiz, directora general de esta empresa, la de mejores resultados en Cuba, afirma: “Aquí contamos todo el tiempo con un recurso fundamental, que es el control. Y tenemos, a la vez, trabajadores con valores que valen tanto como los recursos materiales y financieros”.
Tal vez un poco romántico para el realismo contextual de los últimos años, marcados a escala nacional por fugas subterráneas de productos como el pienso, entre fisuras de descontrol, la frase de Leyda halla clara expresión en el criterio de una obrera llamada Elizabeth Valle Pérez:
“Los principales interesados en que aquí no se desvíe ni una gota de pienso, huevos o gallinas, somos nosotros mismos, los trabajadores, porque eso iría no solo contra los resultados de la unidad y de la empresa, sino también contra nuestros salarios, y nadie está dispuesto a salir afectado, ¿entiendes?”
Pienso, agua, atención constante y mucho control: por ahí viene realmente el huevo.
No por casualidad, para muchos el pienso es oro (por lo que da) pero también “droga” y, por tanto, no se toca ni se juega con él.
La prueba está en un indicador básico para todo el que aspire a producir más: la conversión. Si bien el propósito era lograr cada decena de huevo sobre la base de un consumo de 1,53 kilogramos de pienso, la empresa lo ha hecho con 0,10 kilogramos menos por igual cantidad de unidades.
Detrás de eso está lo que destaca Neibys Acuña Bello, jefa de área hoy, navera durante años y apasionada hasta la médula siempre: los secretos, nada secretos, de un manejo que no fluye bien si no es con la ternura de quien debe entregarse, día tras día, a la atención de esas aves:
“Porque las gallinas son animales muy nobles, que merecen ser tratadas con la mayor delicadeza, añade Neibys; hay que ponerles el pienso, el agua y los cuidados que llevan, a la hora establecida y sin alteración de ningún tipo.”
Donde no ocurra así, difícilmente pueda hablarse de una viabilidad del 84 por ciento, como la que inscribe la empresa avileña, o lo que es igual: apenas 16 gallinas fallecidas por cada centenar poniendo huevos en nave.
No hay que ser, por tanto, experto, para comprender que si usted obtiene más huevos con la misma cantidad de pienso y mantiene altos por cientos de aves en producción, puede lograr sobrecumplimientos a golpe de eficiencia, como los ya mencionados diez millones de unidades al cierre de 2018.
BALANCEANDO EL DESEQUILIBRIO
“Todo eso está muy bien, pero… ¿por qué no llegan, entonces, más huevos a la población, de forma normada o liberada?” —suelen preguntarse muchas personas.
Sin el menor ánimo de justificar, Leyda recuerda algo ya dicho anteriormente: se trata de un producto cuya distribución, centralizada, obedece a una planificación de balance nacional.
Habituados a enviar producciones agrícolas para casi todo el Archipiélago, no creo haya, entre los avileños, un cuestionamiento masivo en torno a este aporte. Pero no estamos hablando de renglones como el plátano, piña o cítricos, cuyos volúmenes de cosecha pueden estar sujetos al tipo de suelos, disponibilidades de agua, comportamiento del clima…
Por ello sé, también, de quienes lamentan que, mientras determinados territorios, como este, exprimen cada gramo de pienso, cuidan sus aves y producen más, por vía del control y de la eficiencia, en otros, con igualdad de condiciones, no ocurra lo mismo y el país tenga que adoptar decisiones para apoyarlos.
También es bueno saber que no todo el huevo que se produce es para la canasta básica familiar. Además de la población, hay otros destinos, en virtud de demandas como las del turismo, organismos, venta en el mercado agropecuario estatal, gastronomía diferenciada y traslado a otras provincias.
En mayor o en menor grado, esos compromisos han sido cumplidos por Ciego de Ávila, incluso en momentos tan complicados como el que hoy atraviesa la nación en términos de combustible.
• Usted puede conocer aquí cómo la FAO ha apoyado a la avicultura avileña.
Para Leyda, su consejo de dirección y el grueso de los trabajadores, siempre hay una alternativa. Lo comprobaron cuando la empresa puso proa hacia Santiago de Cuba para buscar la bota sanitaria que necesitaban los avicultores.
Lo han comprobado cada vez que hay dificultades con el calzado o con otros aseguramientos y la gente, lejos de desanimarse, se afinca. Y lo están comprobando en medio de las serias limitaciones actuales, con impacto directo en cada UEB de la empresa.
Solo que esas mujeres y hombres son los mismos que han aprendido a participar en la conformación de los planes y a sacar variantes bajo la manga de la camisa. Son los que llevan a punta de lápiz la producción individual de cada día, cada semana, conocen cuánto más pueden aportar y, en consecuencia, cuánto devengarán a la hora de cobrar un salario que ha venido en ascenso: por encima de los 1 600 pesos, limpios de polvo y pluma o de preocupaciones innecesarias, porque están avalados, en todos los casos por el correspondiente respaldo productivo.