Estrategia para la economía cubana: soñar sí cuesta

Soñar no sale gratis para un país cercado por los cuatro costados por una pandemia que ha costado dinero y vidas, por la crisis financiera global, hija de la crisis sanitaria, por el gran costo estimado de la política agresiva y errática de la administración de Donald Trump, y por las ineficiencias o lastres de la economía nacional, cuyo costo nadie ha calculado.

Cuesta, sobre todo, mantener medidas no deseadas, apretar cinturones en algunos lugares y poner los pies sobre la tierra en otros. Sin rodeos: cuesta mantener un mercado alternativo en divisas extranjeras, topes de precios que desestimulan una esmirriada oferta, y trabajar más tierras de las habituales en aras de equiparar rendimientos traspapelados en las estadísticas de una década.

O al menos esa fue la impresión que dejó el Viceprimer Ministro y Ministro de Economía Alejandro Gil, tras sus pausas para acotar "hoy no es así" o de esta forma "es ineficiente", durante la Mesa Redonda informativa de este lunes 12 de octubre.

Traducido a la estrategia, la idea de que habrá que esperar por ver cumplido lo que allí se expone (y que deberá legislarse en aras de materializar el #IdealXCuba), se expresa en la división por etapas, en las que va primero la recuperación del país.

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Posted by Periódico Invasor on Monday, October 12, 2020

No podemos cambiar los ojos de la unificación monetaria, piedra angular de toda transformación posible, y de sus muchas implicaciones en las cuatro esferas a las que se refirió el Ministro. Esperamos, sí, un aumento salarial, la igualdad de condiciones para las empresas estatales y privadas, pero también esperamos, con menos gusto, el aumento de los precios, final de una cadena que empieza con la devaluación del peso cubano.

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De ahí que la unificación no pueda caer del cielo. Más bien, tendrá que nacer de la verdadera autogestión de los gobiernos locales para estimar precios acordes a lo pagado a cada productor, de la mayor facilidad (léase no obligatoriedad de licencias de transportación y venta) para que los pequeños agricultores tributen directamente o con el mínimo de intermediarios al abastecimiento municipal, de las minindustrias que conecten directamente con los polos turísticos.

De la tierra tendrá que nacer. Y para eso, sí, se dispondrá de la venta de insumos en MLC, que deberá devenir la importación directa hacia los polos productivos, y del Banco de Fomento Agrícola, cuando contribuya a elevar el rendimiento promedio y no sólo a financiar a productores exitosos. Habrá que fomentar y promover la agroecología y la agricultura familiar, o todo lo anterior será en vano, por insostenible.

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Para eso deberá ser legal la creación de pequeñas y medianas empresas (MYPYMES), además de la facultad no exclusiva de la administración central del Estado para fusionar y crear empresas o filiales, acápites todos que se dicen rápido y enredado, pero implican el reordenamiento de grandes grupos empresariales compuestos por empresas de utilidades o ubicaciones heterogéneas.

Y a lo mejor nada de esto último le parece que vaya a entrar por el bolsillo, pero en unos meses, que su cooperativa o su UBPC se transforme en filial o en MYPYMES, y la gestión de las utilidades tenga repercusión en el salario y en la productividad, podrá acaso comprobarse aquello de que, aunque la legislación sea favorable, la eficiencia gerencial y el rendimiento de sus empleados son los mejores timones.

De ahí que se aproveche la igualdad de condiciones entre todo tipo de actores económicos respecto a comercio exterior, encadenamientos productivos y tasa de cambio.

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Delimitar -que no separar- las funciones del Estado y las empresas son palabras mayores, y santo grial de todas las transformaciones económicas de los últimos años. Pero ya hablamos de dejar al Estado el balance nacional de alimentos, y dejar a la empresa de Acopio las funciones de contratación y transporte (de aquello que no sea más prudente vender donde mismo se produce). Se habla de dejar a las empresas el manejo de sus divisas, para contratar a otras productos que de otra forma habría que importar; o de permitir a los gobiernos locales retener a fin de año cualquier monto restante de la Contribución Territorial.

Casi una división en sílabas, resultan las medidas. Dibujan núcleos duros del cambio necesario, imposibles de leer por separado. Así se entiende mejor el sueño, más creíble cuando se le ponen fechas, aunque todavía falte.

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