Las promesas de un parque

El Parque Humedal Grande, uno de los proyectos de desarrollo local más importantes para la ciudad de Morón, asegura infraestructuras y prácticas de turismo ecológico, de cara a su apertura para el verano de 2021.

Yuney Cruz Antigua no puede, aunque quiera, disimular el orgullo que transpira cuando los avances de su parque asombran a todo el mundo. Que de la maleza y el basurero que amenazaba hacerse eterno hoy se alcen árboles, caminos y ranchos de madera y guano, es un milagro librado a machete y voluntad.

El parque Humedal Grande empieza a tener aires de parque a medio camino entre la ciudad de Morón y la Laguna de la Leche, promete abrir en julio, y sacar del sopor a la comunidad entera de El Embarcadero, donde hay que caminar un buen tramo para todo, hasta para tomarse un refresco.

Bien dicho está entre sus objetivos como proyecto de desarrollo local que dotará de cierta “vida” al barrio, involucrándolo en la protección del maravilloso ecosistema donde se enclava, y generando empleos.

Pero el Parque es más ambicioso aún, y mucho antes de tener piscina y lanchas de paseo ya tiene espacios naturales que añoran los avileños desde las redes sociales. “Al fin buenas ideas con buenas intenciones”, “Hay que aprovechar más nuestras bellezas naturales del Humedal”, dicen bien.

Aunque se haya aprobado en 2019 y Yuney planificara que este año se estarían construyendo un salón de eventos, una clínica veterinaria y una piscina, el cronograma sufrió los atrasos que trajo el virus a todo, y hoy es que empiezan a levantarse las construcciones rústicas que ya son típicas de Flora y Fauna, empresa a cargo del proyecto.

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Parque Humedal

Hay una energía contenida en todo el parque, en cada espacio es más evidente lo que llegará a ser, que lo que es apenas. A la entrada, un montón de tablas sin acomodo emula la caseta azul intenso ya lista, al lado, para acoger al guardia de la puerta.

El grupo de muchachos que actuará en el complejo de historia e identidad cultural, con bocina y rock suave incluido, barre sin mucho empeño la calle de la entrada, a la derecha del esqueleto de madera que será el restaurante. En medio de las vigas y columnas hay una palma flaca y altísima, inamovible, que nadie pensó en cortar.

No mucho más muestra claras intervenciones humanas, excepto el vivero que se han agenciado a base de las mismas plantas ornamentales que encontraron allí. No tardarán mucho en venderse cuando entre el público.

Parque Humedal

El resto es paisaje. Paisaje abierto a machete, caminos abiertos a machete. Un horno improvisado con leña que usan los propios trabajadores, y un puñado de troncos donde se sientan los niños con Dulce María Cruz Simón, la Técnica de Educación Ambiental del Humedal Grande, que anda con una jaba llena de láminas para los niños del barrio. Todavía no pueden llevar aulas enteras a explorar el lugar.

Pero esta vez los niños no están con Dulce María, sino con Odey Martínez Llanes, vestido cual Indiana Jones tropical, y cargado de binoculares. Andan mirando bijiritas y no se ponen de acuerdo en los turnos para el binocular más grande.

Parque Humedal

Odey explica que a media mañana no se pueden ver las grullas, verdadera atracción para los observadores de aves que vendrán algún día desde Estados Unidos, Reino Unido y Canadá. Él cree que están anidando por sus avistamientos del amanecer y el atardecer, y eso es algo muy bueno en una especie amenazada.

Cuenta que como es especialista de la Empresa Flora y Fauna, de la unidad Cayo Coco, dijo que sí a la llamada de Yuney, y desde entonces, además de mirar arrieros, totíes y grullas en Cayo Coco, viene y los mira aquí también. Para preparar el servicio que ofrecerá el Parque, pasó del estudio de las aves endémicas de la zona a la exploración del terreno, y así encontró también tocororos y carpinteros, apenas a un kilómetro del lugar. El recorrido será en bicicleta y al frente irá él, con la bocina azul en forma de nido con que reproduce llamados de apareamiento.

Minutos después de su demostración, aparece un arriero, que no se está quieto entre un árbol y otro. Los niños se emocionan y él busca en el libro digital de su teléfono las dimensiones y hábitos del animal.

Parque Humedal

Odey tiene un bolsillo inmenso a la altura de la rodilla lleno de papelitos para origami que dobla con parsimonia. “Yo quiero un cocolilo”, pide el más pequeño (que no debe llegar a los 5 años), y él le hace un dragón.

Trabajar con niños es una forma de reducir la práctica cultural de enjaular aves silvestres, explica Odey, y lista la serie de beneficios que traen las aves granívoras e insectívoras libres, capaces de controlar plagas y reforestar bosques enteros.

Yilennis, una de las niñas, le dará la razón luego alegando lo tristes que se ven los pajaritos enjaulados y cómo ella sí ha aprendido que no se tocan, y que en el parque no se puede ni arrancar una flor.

Con Odey han construido comederos de agua y azúcar para los zunzunes, conjuntando un engaño con alguna flor artificial. “Es una manera de protegerlos después de los fenómenos meteorológicos, cuando ya no quedan flores y estas aves gastan mucha energía buscando comida”.

Para proteger a la grulla han implementado la quema controlada, técnica que las atrae, una vez extinguido el fuego, para alimentarse de los bichitos del suelo. Eso y el dato de que las grullas son muy territoriales, ayuda a suponer que para la apertura del parque seguirán allí.

Dulce María Cruz Simón habla con los niños sobre los árboles y la fotosíntesis, antes de que al más chiquito le entre sueño y se vaya a dormir. Ella explica que mientras la situación epidemiológica no les permite recibir grupos grandes, los niños de por ahí dibujan y recogen hojas secas para hacer manualidades.

Parque Humedal

Ven láminas con ella y miran bijiritas con Odey. “Es una de las funciones más importantes del parque” la educación ambiental, porque los niños influyen en los padres y corren la voz en sus escuelas. Es una forma de esparcimiento tan sano que de la comunidad no hay un solo adulto velando por los niños, confían en Dulce María y en Yuney.

Ella misma se relaja nada más de entrar. “Este lugar hace que se te olviden todos los problemas”. Y señala el área nueva donde se reúne con los niños, recién despejada de malezas, bajo una espesa sombra.

Parque Humedal

En pocos meses esas sombras serán la locación de algún picnic donde cada envase plástico regrese en el mismo bolso en que llegó. Alrededor andarán los caballos. El restaurante ya no será un esqueleto de palo, sino un rancho fresco con una oferta de comida criolla. La ruta de identidad, con su caney taíno, y sus bohíos criollo y cimarrón, atraerán curiosos. A la ciencia y la bondad humana se les da un basurero, y devuelven un lugar donde se respira mejor.


Comentarios  
# Yanne 05-04-2021 23:49
Este escrito me recuerda mucho un lugar donde se trabajó con mucha dedicación durante muchos años,ahí también estuvo la mano de Yuney,de Odey y de muchos más,un lugar bellísimo q por situaciones desconocidas al menos por mí,hoy ya no existe,me refiero al Parque Natural Turístico El Bagá,ubicado en Cayo Guillermo
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