Más de una veintena de indicadores fueron medidos por el Centro de Investigación de Bioalimento Animal (CIBA), como parte de un servicio de consultoría ambiental prestado a los centrales azucareros de la provincia de Ciego de Ávila, en pos de valorar su impacto sobre el medio ambiente.
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La inestabilidad de la molienda y la obsolescencia tecnológica, tanto del área industrial como de los talleres de maquinaria, son los principales factores que sustentan las deficiencias en el desempeño ambiental, según valora la Máster en Ciencias Vania Vidal Olivera, jefa del Departamento de bioingeniería ambiental del Centro.
Las conclusiones del estudio arrojaron luz sobre la existencia de un alto consumo de agua, con respecto al índice fijado por AzCuba de 0.20 metros cúbicos por cada tonelada de caña molida, debido a la incapacidad de aprovechar el agua que genera el propio proceso productivo, aunque el consumo se sitúa dentro de los límites permitidos por el Instituto Nacional de Recursos Hidráulicos.
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Las comunidades aledañas, que también reciben el servicio de acueducto proveniente del central, utilizan, en lugar de un sistema de alcantarillado, sistemas de tratamiento in situ, como letrinas y fosas, que atentan contra la calidad del recurso hídrico para el consumo humano.
El equipo estudió también la emisión de gases a la atmósfera, que escapan a los mecanismos de contención, provenientes de la combustión de las calderas, así como partículas de carbono y bagazo, de los que, excepto en el Enrique Varona, no se conocen los volúmenes por falta de mediciones.
En el manejo de los residuales líquidos no se realiza la debida clasificación de los residuos industriales y domésticos para su posterior tratamiento, mientras que respecto a los sólidos se desperdicia la ceniza, con potencialidades para ser usada como fertilizante y componente de materiales de la construcción.
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El asesoramiento, según comenta Levis Valdés González, director del CIBA, consta de un diagnóstico integral que sustenta la elaboración de un programa de gestión ambiental con políticas, objetivos, acciones concretas y el costo de las mismas.
De implementarse correctamente las recomendaciones, los centrales pudieran obtener el Reconocimiento Ambiental Nacional, un aval que establece el Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente.
El diagnóstico procedió en los cuatro centrales avileños: Enrique Varona, Ciro Redondo, Primero de Enero y Ecuador, en ese orden, en un proceso que comenzó en 2018 y acaba de terminar.
El empeño de la industria azucarera por adecuarse a las políticas de protección del medio ambiente, a pesar de las dificultades presentes en la infraestructura, resulta una muestra de la voluntad del país de lograr la sostenibilidad del desarrollo económico, y la percepción de riesgo de los directivos constituye un contrapeso a las limitaciones tecnológicas.
El CIBA cuenta con experiencia en proyectos de temática ambiental, al incluir, a raíz del reordenamiento iniciado en 2014, cuatro líneas de investigación con ese propósito, y ser acreditado por el Consejo Nacional de la Defensa Civil para llevar a cabo estudios de peligro, vulnerabilidad y riesgo ante cualquier evento climatológico.