Yo escuchaba a Maná siendo la adolescente que tarareaba canciones sin pensar demasiado en lo que me decían. Era aprender y soltar… y saltar. Pero 25 años después algunas cosas han cambiado, obviamente: ahora me quedo dándole vueltas a las letras y ellas me ponen de vuelta a mí.
Esta del título ha sido una de ellas, aunque mi hija no tenía ni idea de adónde me llevaría cuando preguntó “¿dónde jugarán los niños?”. Lo decía con el plural de defensora de barrio porque el escarceo había sido contra unos 15 niños. Una banda de chiquillos que buscaba su sitio en el perímetro más cercano: su manzana.
¡Al frente del edificio parqueaban carros (que tampoco tienen su sitio-garaje) y quedan expuestos a pelotazos y ellos al “¡salgan de ahí, que ahí no se juega!”. El espacio trasero era parecidísimo, carros parqueados. Ambas entrecalles tenían todas las de jugar al ser poco transitadas por autos, a menos que vinieran a posarse allí.
Pero cuando los niños terminan la escuela, los carros suelen también ir reculando a su zona y pueden más los grandes, los dueños. Mientras, las dos calles restantes de su cuadrado, al ser más transitadas, eran el peligro real y eran entonces las madres las que no quieren que ellos jugaran allí.
El cuadro se les complicaba porque la única esquina que quedaba es un terreno “yermo”, pegadito a una farmacia donde el escarceo del grupito provocaba el típico: ¡arriba, vayan a jugar a otra parte!
Ahí sobrevino la pregunta del “¿dónde?” ¿Dónde, si el área deportiva, a tres cuadras de la pregunta, suelen ocuparla los muchachones del fútbol y los niños de primaria todavía son muy niños para “agitar grandulones?” ¿Dónde montar bicicleta, donde patinar, dónde lanzarse pelotas, dónde jugar al escondido, dónde hacer algo que no sea tablet ni móvil ni computadora y no sea, al mismo tiempo, incomodidad o preocupación del vecindario?
La pregunta que me hicieran en Ortiz, es la que me he hecho en otros tantos lugares de la ciudad de Ciego de Ávila, desprovistos de parques o sitios para niños que no están en la edad de la hamaquita y tampoco en la de irse a mataperrear adonde los lleve el entusiasmo.
Niños de todos los Consejos Populares que no son Centro Ciudad y que, sin vivir en la periferia, no tienen espacios para papalotes, bicicletas, bolas… y cualquier juego sano alejado de los portales. Parece que el urbanismo que construimos está pensado, sobre todo, para cuando seamos adultos; ni siquiera adultos mayores a los que habría que ayudar casi más a transitar por una acera en mal estado que a cruzar la calle.
Salvo el Parque de la Ciudad, donde podrían confluir varios intereses, tengo la impresión de que los niños van quedándose sin lugares, si es que los tuvieron alguna vez, y la desidia fue apagándolos. Para irse a jugar a sus anchas tendrían que irse hasta allí, aun cuando no todas las áreas infantiles se dieron por terminadas.
Si el capitán Plin y el Elpidio Valdés están hoy muy pintaditos en el bulevar, custodiando una canal y unas hamacas, es porque antes perdieron su batalla frente a estrellas, elefantes, barcos, columpios… y todo lo que fue un día el parque de diversiones. El vacío que padecía antes es la vergüenza de hoy.
• Parque de la desdicha, le dijimos
Si la Chatarrita es ahora un parque temático cerrado es, porque con el ánimo del reciclaje y el de aprovechar los espacios terrenales, alguien olvidó mirar al cielo y ver la cablería que le pasaba por encima. Lugar inseguro desde siempre, dicen. Casi museo, digo.
Si esparcimos biosaludables para promover Salud y no hacemos proliferar espacios para una infancia feliz, estaremos creyendo que solo el cuerpo, y no el alma, necesitan ejercitarse.
Si continúan ascendiendo todos los precios —para todas las edades— y un chupa-chupa cuesta 70.00 pesos y tatuarse un tigre de mentiritas 140, cada día serán menos los más “afortunados” que lleven sus hijos a pasear.
Razones de más para aprovechar la rutina diaria, aunque haya que cantar a medio tono aquel estribillo: “¿Dónde diablos jugarán / Los pobres nenes? / ¡Ay, ay, ay! / ¿En dónde jugarán? / Se está partiendo el mundo / Ya no hay lugar”.