Apenas tenía 23 años cuando logré cumplir uno de mis sueños. Todavía en esa época de 1995, en medio del Período Especial, no tenía mucha conciencia del valor de haberme graduado de una carrera universitaria. Solo quería comprarme un equipo de música; siempre lo deseé, desde que era un adolescente, y fue cuando se me abrió el cielo: se anunciaba que el Banco Popular de Ahorro comenzaría a ofrecer créditos de hasta 3 000.00 pesos cubanos para adquirir bienes, y por supuesto no me demoré ni un día, a pesar de la agonía que significa encontrar a alguien que quiera ser codeudor de un crédito. ¡Al fin…!, logré mi deseo.
Había empezado a cumplir mi Servicio Social como profesor de Historia de Cuba, horas para preparar clases, debatir con mis alumnos, la alegría de mi primer salario, parte de él para pagar el crédito, por cierto; actividades en la escuela, en fin, loco por llegar a casa para poner mi música y disfrutar de mi gran juguete.
Pero fueron tantas cosas que empezaron a ocupar mi vida, empecé a descubrir nuevos amigos y tantas maneras nuevas de emplear mi tiempo, que mi gran sueño se fue quedando en un pequeño mueble de madera, para cuando tuviera un chance limpiarlo y, si acaso, poner algo de música. No demoré mucho en ponerme delante de mi equipo favorito y decirle “tanto alboroto y ahora ni te toco”. Comprendí por primera vez el valor de las cosas materiales.
Ahora, con más años de vida, veo cómo muchos de los que tienen la edad que tuve en medio de los momentos más duros de aquella crisis económica, deciden irse ante la actual situación en que vivimos en Cuba, como también se fueron muchos en aquellos años 90. También entonces nos quedamos más que los que se fueron. Pero entiendo, se van porque quieren mejorar económicamente, quieren vivir el sueño de mis 23 años, tener lo que materialmente no han podido hasta ese momento en nuestro país, en mi país.
Cuando llegan a Estados Unidos escriben a sus familias con alegría: “Ya empecé a trabajar, estoy con mi primo en su casa por un tiempo, hasta que logre un alquiler y pagarle una deuda que tengo con él. Ayer trabajé hasta tarde, tuve que doblar turno porque necesito levantar cabeza. Aquí estoy bien. Te mando fotos con mi nuevo look y este carro que me compré en un concesionario, hasta que pueda tener el del año. En las fotos estoy en un mercado grandísimo, aquí hay de todo, no sé ni por dónde empezar, esto si es vida. Donde estoy trabajando no me piden nada, solo tengo que trabajar bastante, de todas maneras, puede que me consiga otro trabajito. Ya casi ni veo al primo, llego cuando él está dormido y cuando me levanto ya él se fue”.
Así es una parte de la vida por conquistar lo que materialmente quieren, comienza a profundizarse lo que nació desde Cuba el primer día que les dijeron: “aquí vas a tener todo lo quieras”. Todos los días se levantaban con el anhelo de “cuándo llegará el día de poder tener todo lo que quiero”. La idea perenne se traducía, por supuesto, a la felicidad material, es entonces cuando la vida se torna para muchos, alrededor de necesidades de esa naturaleza.
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Claro que quiero levantarme en la mañana y ver resueltas cosas elementales como resultado de una economía próspera en mi país. También sueño que no habrá más bloqueo, que nos han dejado vivir en paz y hasta tal vez tener grandes amigos norteamericanos. Pero escogí quedarme. Mi mente ha crecido tanto, se ha alimentado de tantas oportunidades y ha cultivado la inteligencia, como para no interpretar igual la misma música en mi viejo equipo, que, aunque ya no se ve igual, sigue siendo mi equipo.
Aprendí, de los que se fueron, como viven permanentemente buscando alternativas para cada vez más ingresar dinero, seguir acumulando cosas y la añoranza por volver a ver a los suyos para “traerles algo”; volver a venir al barrio y jugar una partida de dominó con los amigos. Aprendí a divisar cómo se oculta detrás de una sonrisa la mirada de ojos tristes y la despedida para volver pronto a Cuba, porque es mejor resolver una sencilla operación quirúrgica aquí o un arreglo dental.
Abracé a los amigos que se fueron, en su regreso, y aquí me quedé, nuevamente, mirando cómo se los llevaba, por segunda vez y muchas veces, el poder dominante de lo material.
Aquí me quedé después de la despedida para volver a impartir la historia de Cuba a mis alumnos, para continuar mis estudios y preparación científica, para seguir creciendo como un ser humano, para bailar y reír los sábados en la noche con mis amigos o reunirme con mi gran familia y con mi café, mi trago de ron; para preparar la maleta y salir de viaje a cumplir misión en el extranjero y regresar con la añoranza de volver a escuchar la música, en mi nuevo equipo que traje “de afuera”.
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No creo que la emigración cubana se constituya exclusivamente por individuos con aspiraciones estrictamente materiales. En la ecuación de la decisión a emigrar, a veces se incluyen variables que responden a alguna que otra bestialidad criolla.
Básicamente la gente se va de aquí por la conjugación de varios factores:
-No ven al país con ojos de un proyecto de vida hacia el futuro, porque de hecho, se vive con un presente comprometido en algunos órdenes, no todos de corte económico.
-Aunque el centro de atención del porqué se emigra sugiere una dimensión económica, lo cierto es que esta se construye con algunos ingredientes políticos, y en Cuba se han manejado conceptos muy erróneos en ese sentido, a lo largo de mucho tiempo. Ej: igualitarismo.
-Pasando por alto el asunto económico: en nombre de su supuesta titularidad protagónica, se cae en no atender correctamente problemas de tipo diverso, y entonces los problemas cumplen años, decenios, etc y adquieren un corte acumulativo. Mucha disfuncionalidad institucional y carencia de orden y a veces, de simple sentido común.
-No hay confianza en la solución a los problemas. Hay 500 instituciones que dicen representar al ciudadano, 800³ leyes decretos y no sé cuántas normas jurídicas, pero en la práctica, su existencia parece limitarse al plano enunciativo y tangiblemente la agilidad en el cumplimiento de sus funciones (si se cumple) parece relacionarse más con quien seas y no con si tienes o no la razón.
Es mi humilde opinión. No es que en otras latitudes no hayan problemas, pero aquí la lectura no es muy agraciada que digamos.
Conocemos bien nuestros problemas internos, sus posibles soluciones, pero los que deciden no se atreven a implementar esas soluciones...
Mientras tanto, el país sigue estancado, deteriorándose, siempre con la justificación del bloqueo...
Ante ese escenario, no es de extrañar que todo el que puede hacerlo decida partir...
Un saludo.
brmh